Otrora semillero de lamentos,
sinónimo de amor incompleto,
hoy transformadora y eterna,
floreciente y sumisa paz.
En las primigenias oscuridades
fuiste buscando las respuestas
a cientos de interrogantes,
a miles de perdidas ilusiones.
Poco a poco la primera chispa emergió,
tímida, algo incoherente consigo misma,
apenas osaba levantar la voz al exterior,
se sentía pequeña, indigna e ingenua.
Alimentada de esperanza y amor,
fue discerniendo las respuestas una a una,
desarrollándose hermosa y radiante,
pero aun refugiada en la oscura intimidad.
Aquella discreta semilla creció,
primero enraizando con fuerza,
Aferrándose a la Verdad, a su alma,
hasta que segura de sí, emergió.
Siendo bañada por otros soles,
fue creciendo al exterior,
color verde esperanza,
floreciendo y dando frutos.
El aroma de su ser impregnaba
el jardín casi muerto a sus pies,
les dio sombra y rocío de lluvia,
los alimentó de esperanza.
Y aquél jardín empezó a renacer,
las semillas se dispersaron,
todo el árido paraje donde creció
se contagió de la vida que lo contenía.
Es así como la vida se erigió.
(Azucena)
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