Cerraba los ojos y las aventuras acudian a él.
Un príncipe disfrazado de harapiento mendigo
de las estrellas. Su tosco aspecto escondía lo qué en su interior estaba…y sus enemigos que ansiaban la destrucción y el envilecimiento de su corazón, lo buscaban con saña en cada sueño tratando de alcanzarlo con su rayo mortal para marchitar y perder su alma sagrada. Pero él empuñaba las espadas sagradas del amor y el perdón y con ellas no importaba que oscuro enemigo lo acometiera.
Del improbo mendigo nacía la luz eterna que envolvía cualquier oscuridad estallando en una voragine de amor luminoso capaz de vencer cualquier enemigo…
Él no sabía porque si ni porque no, su memoria arrebatada solo le mostraba destellos de su humilde grandeza, esa que a veces se convertían en lágrimas para curar las heridas del alma universal.
Ansiaba regresar a su palacio de cristal, a los pies de su amado arbol blanco donde solo la paz alcanzaba para ser eterno, ansiaba con vehemencia su vuelo sagrado.
Pero de alguna manera él lo había elegido.
Ser un buhonero del corazón,con sus invisibles espadas armado y una sonrisa cómplice de aquéllo que aún sin recordar nacía en él ante cada sombra enviada para doblegar su propio ser.
Y mientras caminaba con su ropa harapienta
en él camino encontraba la deshazon de unos hombres y mujeres temerosos de ser, temerosos de las sombras que encadenaban. Y el sólo podía sonreir tratando de sofocar aquellas heridas y recordando a su padre que todo lo amaba, que todo lo perdonaba , llorando sus lágrimas y plantando semillas que embelleciera aquel camino de tantos…
que a cada sombra la convirtiera en la luz de un amanecer..
El lo había elegido…caminar entre sombras mostrando su más infinita pequeñez…
1.301 respuestas a «Infinita…»
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