La oscura contraposición. parte novena

  1. Aparentemente estaban en lo que parecía una gruta inmensa y un tenue olor a humedad lo llenaba todo. Pero aún podían sentir en su espalda el calor de las llamas con las que la bestia un poco mas y los abrasa, Alanis respiraba con dificultad y ya no por la carrera que se había dado hasta la puerta, seguía sin ver absolutamente nada, pero por completo satisfecho por haber conseguido encontrar la puerta y cruzarla a pesar de su estado.

    – Lo hemos conseguido niña, estamos dentro, ella aquí no puede entrar, por lo menos no por el momento.

    – Donde estamos Alanis? que es este lugar?, parece una cueva sin mas, y esta muy oscura, ni siquiera yo puedo ver más allá de unos metros.-

    -Asi es niña, es una cueva muy especial, ahora lo veras. Dame la cajita que te di para abrir la puerta, te lo mostrare…-

    La niña se la dio de inmediato y Alanis aún sin ver la cogió manejándola con una maestría poco común, en sus manos la caja cambio adoptando diferentes formas geometricas, la niña miraba con atención la cajita, pero era incapaz de seguirle los movimientos y mucho menos de memorizarlos , la cajita volvió a su forma primigenea haciendo un clic un poco mas sonoro que los demas y Alanis se la entrego de nuevo.

    -Niña, ábrela y veras la cueva.-

    -Solo he de abrirla?.-

    -Si, sólo ábrela sin mas y ella hará todo lo demas, será un espectáculo maravilloso.-

    Saiara suspiró cerrando con brevedad sus ojos y la abrio!!.

    De imediato la caja estalló en un torbellino de luces, muchas más de las que habia visto hasta ese momento, con una velocidad trepidante se extendieron por toda la gruta que resulto estar llena de columnas de cristal que sostenían una multitud de cúpulas tambien de un ornamentado y refinado cristal, las lucecitas crearon una miríada de reflejos que iluminarón la fantastica e increible sala, pero cuando Saiara pensó que no podía admirarse mayor belleza, los pilares de cristal comenzaron a moverse merced a una danza con una armonia tal que podría mistificar cualquier alma. Todo estaba ocurriendo acompañado de una suave musiquilla de flauta, muy parecida a la que escuchó en la puerta que la llevó hasta ese mundo. Los pilares estuvieron deslizándose y agrupandose por espacio de un cuarto de hora en los cuales los ojos de la niña siguieron disfrutando de tan magna belleza.
    La musiquilla cesó y los pilares detuvieron su movimiento y aquel palacio de cristal habia cambiado en su extremo opuesto se había abierto una obertura tambien de cristal que se perdía en una lejanía imposible de discernir y en su comienzo se emplazaban una especie de cápsulas que flotaban de la misma manera que las casas donde conoció a Alanis pero con la salvedad de que
    éstas eran al igual que todo alli, de cristal.
    -Que es este lugar Alanis?.-

    – Esto es una terminal de viajes niña, todo este mundo esta comunicado subterraneamente por medio de estos túneles de cristal, es un medio seguro y muy rapido de viajar, y las distancias se recortan considerablemente, Antes a medida que nacía cada creación, este mundo tambien crecía y una pequeña parte de los elementales se destinaba a la creación de los cristales, y te aseguro que estos no son cristales cualquiera…-

    – Se nota, yo desde luego no había visto nada igual ni similar, que clase de cristales son?

    Alanis si la hubiera podido mirar la hubiera mirado con asombro, ante sus palabras.

    – Realmente no es cristal aunque lo parezca…es materia de vida creada por los elementales y son por completo energia, de verdad niña no recuerdas nada?, por lo que yo sé tu mundo está creado todo de el, pero uno mucho mas luminoso, este cristal esta vivo por si mismo son creados por elementales nacidos del mismisimo gran sol.
    Y vuestras alas… vuestras alas tambien son de purísima luz de cristal.-
    Ahora la que lo miraba asombrada era la dulce niña, porque ella jamás había tenido atisbo de semejante ilusión o recuerdo. Ella sólo recordaba su pueblito y su casita que estaba alejada al final de la ultima callejula, un poco más allá, bajo el Sauce que daba paso al arroyo. Solo se acordaba de su dulce abuela a la que tanto había querido, ni siquiera conoció a sus padres que fallecieron ambos al poco de haber nacido ella misma o eso le había hablado tantas veces su abuela, y a la siempre amable y enigmática Anabel, a la que ahora por cierto le recordaba Alanis al verlo ciego, seguramente por causa de ella misma. Este pensamiento la hizo darse cuenta en ese justo momento que los ojos de Alanis lucían exactamente igual que los de Anabel, con ese preciso tono blanquecino y un escalofrío repentino recorrió todo su cuerpo.

    – Alanis, yo no recuerdo nada de todo esto…yo ni siquiera se ya quien soy, yo…
    sólo quería ser normal, tan sólo una niña normal-. dijo la niña mientras su emoción se tornaba en lagrimas.

    – No niña, tu eres todo menos normal, eres una de las criaturas más excepcional de toda la creación, hasta ahora creí que eras una Tejedora de sueños mas, pero sospecho que eres mucho mas que eso, sabes? cuando casi nos atrapa esa horrible criatura sentí algo extraño, no se como, ni explicarlo, pero sentí que ella te temía, y un bicho como ese no puede tener miedo a nadie normal, no niña…tú has de ser excepcional y muy especial, sólo espero que el anciano pueda ver algo mas allá de lo que yo puedo intuir, pronto estarás frente a el.-

    Alanis désde que la explosión de luz lo había cegado no había podido volver a ver y empezó a temer que tal vez no volviera a hacerlo nunca mas, pero una cosa curiosa estaba empezando a sucederle, una serie de escalofríos recorrían su cuerpo y cuando ocurría, ante él se presentaban imágenes inconexas y sin significado aparente, que venían como flashes, imágenes que desaparecían casi de inmediato sin darle tiempo apenas de discernirlas, tal vez tambien el viejo supiera explicarle que le estaba ocurriendo.

    – Ahora niña hemos de acercarnos a las lanzaderas y entrar en ellas, queda un extenso recorrido hasta el templo de dispensación, pero casi ni te enteraras, montaremos en uno doble y tendrás que ayudarme a integrar el código de viaje, sin mi vista podría equivocarme e ir a parar a un sitio por completo diferente, pero no te apures, no te será complicado.-
    Se acercaron a los vehículos, y al estar ante ellos se abrieron de forma automática en completo silencio, Saiara por mas que miraba dentro de ellos no veía la forma de acomodarse dentro, estaban por completo vacíos y se le antojaba demasiado pequeños para sus cuerpos y mucho menos como para acogerlos a ambos, iba a hablarle a Alanis , pero en ese preciso instante fue él quien se dirigió a ella.

    -Niña, por favor ayúdame a entrar, tan solo has de colocarme frente a la lanzadera justo en su mismo centro, y tu luego haces lo mismo que yo.-

    Alanis trato de sonreirle para tranquilizarla, aunque en su sonrisa se notaba el dolor que aún sentía después de la paliza que había recibido. La niña hizo justo aquello que le había pedido sintiendo aún curiosidad de como se iban a meter los dos alli dentro.

    -Alanis, ya está, estas justo en el centro.-

    -Perfecto niña, fíjate y haz lo mismo que yo.-

    Alanis dio un paso hacia adelante y para sorpresa de Saiara fue el vehículo el que envolvió a Alanis creciendo para acomodarlo en su interior como si fuera un guante, Alanis quedo recostado en su interior.
    – Ahora tú niña!-
    Saiara se coloco de igual manera en el centro de la burbuja y dio un pasito para adelante, inmediatamente el cristal la envolvió con una suavidad impresionante , creciendo y acomodandola junto a Alanis en su misma posición, descubrió que se sentía especialmente cómoda y a gusto allí dentro. Frente a ellos apareció saliendo de la pared del habitáculo una bandejita con una serie de teclas que variaban en forma y color que parpadeaban .

    – Ves el panel con las teclas niña?- pregunto Alanis.

    -Si, lo tenemos justo delante, lleno de lucecitas…- respondió la joven.

    – Estupendo!!!, veras… yo te iré diciendo formas y colores, y tu las pulsas, antes de pulsar la siguiente tecla, has de asegurarte que la lucecita deje de parpadear y la figura se traslade a la parte superior del panel, comprendes?-
    Alanis trataba de mirarla pero no acertaba a dirigir su mirada hacia ella con certeza, en su corazón sentía una gran pena por ello, al fin y al cabo ella era quien lo había cegado y eso la torturaba por dentro.

    – Si- respondió- lo tenemos justo delante, tratare de hacerlo como tú me digas..-

    Alanis empezó a dictarle.

    – Rectangulo verde,- Entre cada entrada Alanis dejaba una pequeña pausa,-estrella azul, cuadrado violeta, triangulo amarillo…- y asi sucesivamente hasta llegar a unas veinte pulsaciones, cuando ya estuvieron todas desplazadas a la parte superior del panel, Alanis preguntó.

    – Ya están todas en la parte superior niña?-.
    -Si Alanis, todas están arriba y fijadas- respondió la joven muchacha.-

    – Estupendo!!, genial!,- exclamó – Ahora hay que confirmarlas …pon tu mano abierta sobre la parte inferior del panel y no te preocupes de nada mas.-

    La joven lo hizo sin dudar ya y el panel se ilumino todo envolviendo la mano de la niña y seguidamente desaparecio de la misma manera que había aparecido.
    La suave musiquilla de flauta volvió a inundarlo todo. Pero esta vez un profundo sopor se adueñó de ella hasta ser imposible mantenerse despierta y ambos tanto Alanis como la niña cayeron en un profundo sueño, y el viaje comenzó.

    La cápsula se impulso hacia adelante en el túnel de cristal a tal velocidad que se hizo invisible a la vista siendo tan solo una ligera mancha de luz.

    Saíara despertó y un bostezo profundo acudio a su boca, abrió los ojos, junto a ella igualmente Alanis acaba de despertar, la niña miró alrededor suyo y pregunto.

    – Cuando comienza el viaje Alanis?

    El viejo se rio estrepitosamente y con un gesto divertido contesto a la niña.

    – Ya hemos llegado!! estamos a las puertas del templo de la dispensacion…-

    La niña mirando de nuevo a su alrededor se quedo un tanto intrigada, ya que nada había cambiado, todo estaba exactamente igual que al entrar en la capsula.

    -Pero si no nos hemos movido seguimos en el mismo lugar,-

    Contestó la niña.

    – Jajaja- se rio Alanis,- Ni mucho menos niña, hemos hecho un enorme viaje, primero ha viajado nuestro éter despegándose de nuestro cuerpo y nuestra conciencia, después nuestra materia con ayuda del cristal se ha transformado en luz , lo que nos ha permitido liberarnos de ciertas fronteras físicas, y una vez aqui en nuestro destino todo se ha vuelto a unificar, tú a simple vista no has sido consciente de que hayas viajado, pero en cuanto bajemos de la cápsula te darás cuenta del error de tu apreciación. Estas a punto de ver el gran templo
    de la dispensación, y al gran anciano!.-

    Aseveró Alanis.

    -Bajemos de la cápsula-.

La oscura Contraposicion…Septima parte…

El corage quemaba su pecho y escondía su vanidad, en él escudaba su maldad y rumiaba su calamidad, cegado por el dolor de no haber conocido nada mas que aquella maldad extrema, su alma cargada de herrumbre y esclavo de su propia oscuridad, había respirado su primer aire en aquella cueva negra, en aquel mundo helado, donde ni los ángeles eran conocidos. Sólo demonios como él habitaban allí, de ojos cargados de ira, de brutalidad y de nombres inmencionables, él entonces sólo uno más era. En aquel entonces aún era sólo piel, era carne, era huesos y cicatrices, y nada más. El odio de su sola existencia lo hacía fuerte, muy fuerte. Comió la carne de sus enemigos y bebió tambien su sangre, arrasó todo a su paso y encumbró en su cólera el dominio de todas y cada una de las cuevas de su mundo, todos aquellos demonios le rindieron pleitesía jurando su vasallaje…
Su poder duró largo tiempo y sus sombras crecieron, tanto como la cueva donde se alzaba su trono, hecho de huesos y jirones de piel, aprendio la magia de la palabra y su poder, pero tambien las ennegrecio y a su amparo supo de los elementales y trato de utizarlos a su antojo emponzoñando y malogrado su belleza, haciendo creaciones semejantes a si mismo y utilizandolos para hacer crecer su propio ego carente de toda humildad. Pero cómo todo ser de piel, huesos y carne, su ocaso le alcanzo. Él había retrasado ese momento largo tiempo, mucho mas que cualquier mortal, pero ello no era gratuito y aún sintiéndose poderoso dentro de su magia, su cuerpo se habia convertido en un desecho quejumbroso, lleno de pustulas y decrépito.
Y desesperaba…
Sabía que era cuestión de tiempo que alguno de sus mezquinos vasallos encontrase la forma de usurpar su trono y su estatu.
No estaba dispuesto a permitírselo a nadie, y conocía el modo de perpetuarse.
Tendria que hacer los preparativos…y necesitaría muchas vidas atadas a sus almas para lograrlo.
Mando traer a todos los niños que aún fueran inocentes de sangre, sus huestes recorrieron todas y cada una de las cuevas de los clanes y todo aquél que se negaba a cooperar lo pagaba con su vida. Los llantos de las madres llegaban mas allá de la noche rasgando la oscuridad.
Tambien mandó crear un templo con una obertura sobre su centro que dejara paso a la luz del borroso cielo que los cobijaba, bajo el templo ordeno excavar una gran y extensa sima con las paredes, suelo y techo recubierto de gemas oscuras similares a diamantes negros, en donde no quedara resquicio alguno más alla de una estrecho agujero de medio metro de diametro que coincidía con exactitud milimetrica con la obertura superior mucho mas amplia, a modo de embudo invertido. Para tamaña empresa ocupó a esos mismos niños forzandolos hasta la extenuación. Durante meses fueron llegando los desdichados hasta su fortaleza en largas columnas, una vez alli eran seleccionados, los mas fuertes y sanos eran apartados y encerrados tras unas empalizadas construidas a tal efecto y esos eran los afortunados, a ellos se les alimentaba y se les cuidaba de manera que no enfermaran ni se debilitaran, el resto eran llevados hasta la sima para su construcción, donde no se les daba ni respiro ni descanso, conformen perecían se les daba como alimento al resto y aquellos que ni para ello servían, eran arrojados por un enorme acantilado donde las alimañas terminaban limpiando sus huesos, dejando un dantensco y desolado paisaje de muerte, crueldad sin limites.
Finalmente la faraónica obra estuvo terminada para satisfaccion de su condenado espíritu, ahora tan sólo restaba liberar su alma de las ataduras físicas que tanto lo mortificaban. Miles de niños fueron sacrificados y otros tantos se acinaban esperando el desenlace de tamañas maniobras.
A nadie se le escapaba ya por aquel entonces que seria un fatídico final….
Y mientras, el pueblo se iba soliviantando a pesar de de su férreo control y mano dura.
Una hueste levantada contra él se había reunido y crecía, alimentada por la consecuencia de su crueldad, ya habian conseguido derrotar al ejercito del rey en dos enfrentamienros y se acercaban a su fortaleza , el terror instaurado alimentaba su ira y hasta parte de su ejercito había abandonado sus filas para engrosar la rebelión, pero ya era tarde, todo estaba ya preparado para convertirse en el ser que anhelaba ser.
Todo se había precipitado y frente a los muros una encarnizada batalla estaba teniendo lugar, los moradores de la fortaleza a duras penas conseguían frenar a los atacantes, ríos de sangre empapaban la yerma tierra, el chocar de los aceros y los gritos de rabia, dolor y agonia llenaban todo el valle, mientras la noche lo acariciaba. El rey habia mandado llevar a todos los niños hasta la sima de los diamantes, dentro de ella habia hecho llenar una mezcla de petróleo y aceite de linaza que alcanzaba hasta las rodillas de las pobres criaturas alli encerradas y el se habia colocado completamente desnudo sobre la plataforma, en el vértice del embudo que servia de salida hacia el exterior. La sala estaba sellada por unas infranqueables puertas cerradas desde el interior del templo y sólo su más acérrima guardia permanecía dentro custodiandolas.
Con los brazos extendidos y la mirada perdida puesta en la abertura, comenzó a recitar una serie de palabras en un idioma ininteligible para cualquier otro, conforme las palabras iban deslizandose de él y resonando en la boveda, iba entrando en un profundo trance, hasta tal punto que su cuerpo comenzo a levitar sobre el vacio bajo el cual estaban aquellos niños cuya unica culpa era estar libres de sangre.
Las puertas empezaron a crujir ante la embestida de los arietes, el ejercito del tirano había sido vencido y ahora trataban de acceder al templo para liberar a los niños…pero era en vano las puertas habían sido ideadas precisamente para eso, para aguantar herméticamente cerradas no importaba que fuera lo que las golpease. Las palabras se mezclaban con el estruendo de los arietes, los soldados se miraban entre ellos ya con la serenidad al limite mientras mantenían las manos sobre las empuñaduras de sus espadas. En un momento dado una potente energuia enllamarada se encendio alrededor del viejo Tirano, envolviendolo por completo, su guardia ya completamente aterrorizada temblaba, la flamigera llama crecía cada vez mas mientras las extrañas palabras crecían en intensidad a la par y justo en el momento en que todo parecía que iba a estallar todo, la llama se deslizó al interior de la sima donde aguardaban los niños, incendiado la mezcla.
El fuego se multiplicó de inmediato abrasando a todos aquellos inocentes.
Gritaban …
Corrían…
Sangraban…
Se retorcían…
Mientras sus pieles y sus carnes caían a trozos, un infierno de fuego los consumia, y finalmente.
Murieron…
Con sus ultimas expiraciones aquellos pobres y desgraciados cuerpos se desprendieron de sus almas, pero ellas no podían traspasar aquellas paredes, los negros diamantes y su magnetismo se lo impedían y desesperadas buscaban la forma de sali, todas terminaron agolpandose en el ojo del embudo tratando de liberarse de esa prisión y alli las esperaba él viejo, ya henchido de poder y rodeado de ese fuego destructor.
Las almas, todas ellas fueron absorbidas por él y con ellas su horror y su energia, y finalmente tambien su propio cuerpo se redujo a cenizas, la gran bola de fuego creció y lleno todo el templo arrancando tambien la vida de los que hasta ese momento habían sido fieles soldados.
Una vez absorbida toda vida existente en el templo la llama implosióno regresando a su origen. Del tirano no quedaba ni rastro, su lugar lo ocupaba una gran bestia negra y oscura como la noche, sus ojos refugian encendidos en odio y maldad , su sangre tan viscosa y negra como la linaza y el petróleo que había utilizado en la masacre, su cuerpo despedía hedor a quemado y todo lo que era tocado por él se convertia al instante en ceniza, su cuerpo similar a un oso enorme y deformado, con cabeza de lobo con unas fauces descomunales, de su dentadura caía una baba ácida que era capaz de deshacer cualquier materia y lo remataban unas enormes y sucias garras con las que facilmente hubiera podido partir en dos a un caballo, su aliento era como un lanzallamas que escupia ese mismo fuego que todo lo consumía y era capaz de atrapar el alma de cualquier mortal dentro de él…Tal era la bestia en la que se habia convertido, la bestia que siempre habia sido…la bestia que queria ser…
Y tenia hambre, sentía un apetito atroz, necesitaba quemar carne, beber sangre atrapar almas …tenia hambre y tras las puertas los arietes seguían golpeando…tenia hambre!!!

Finalmente los portones cedieron ante el empuje de los consistentes arietes quebrándose y haciéndose añicos entre cientos de astillas.
Los rebeldes irrumpieron en el templo con furia y hambre de venganza queriendo al tirano bajo sus pies, pero no iba a ser eso lo que ocurriría, ante ellos ser erguía un ser como jamas habían visto por un momento todos los gritos enmudecieron deteniendo el tiempo…
La bestia hambrienta los observo con sus ojos encendidos.
Mas comida que devorar, un guerrero armado con una larga lanza y sobreponiéndose a su primera sorpresa avanzo un paso mas disponiendose a lanzar su afilada arma, pero solo eso pudo hacer y no mas, con un aullido la fiera abrio sus fauces y de ellas salió una llamarada que de nuevo desencadenó otro infierno consumiendo toda criatura a su alcance, mientras iba comiendo los cuerpos carbonizados a dentelladas y con cada cuerpo se apropiaba de una nueva alma que irremediablemente estaba condenada a sevirle sin remision.
Y el horror como nunca antes había sido visto se desató y aquella bestia lejos de saciarse cada vez estaba mas sedienta y hambrienta, recorrio los paramos y parajes de aquel mundo desolando todo y dejando todo cubierto de cenizas hasta soló quedar ella y su propia desolació7

Coincidir


Apareció un bendito día a finales de invierno,  unas palabras que escribían y yo, simplemente, sentía una voz saliendo de ellas que retumbaban en mi mente, voz que reconocí al instante.

Esas palabras escritas se volvieron un día, una mirada y una leve sonrisa. Más tarde, el hermoso sonido de una voz clara y serena.

Mi ser lo reconoció totalmente, lo había  buscado desde la más tierna adolescencia, lo presentía y llamaba cada noche antes de dormir.

Lo sentía en mis sueños más profundos abrazándome y protegiendo.

Pero el tiempo y la vida que nos hacen  perder la inocencia y creencia en los sueños, un día me dijeron al oido: ya para de soñar y empieza a vivir. 

Y así lo hice, quedó solo el deseo de un sueño fugáz, un «quizá», un «algún día, talvez» y estaba presente en mis poemas a la vez que la realidad se imponía.

Pero cuando menos lo esperaba, aparecieron aquellas primeras palabras, luego un rostro con la mirada más bella plena de luz y una sonrisa que calma tempestades. Y días más tarde aquella voz que había sonado en mi corazón desde niña.  

Éra él a quien siempre amé desde el origen de los tiempos y de las vidas.  

Era él, quien en una fisura de esta irrealidad al fín pudo alcanzarme.

Hoy se que todo fué cierto y sé que ése amor eterno nos mantendrá siempre juntos aun pasen los tiempos y las vidas aún sigan su marcha. 

Seguiremos como amantes eternos, como Shiva y Shakti, reencontrándonos vida tras vida , creciendo en amor y sabiduría, hasta llegar al final,  a la maestría. 

Entonces y solo entonces, nuestra esencia única y vibrante se fundirá en un solo estallido.

(Azucena)

Imagen: Ana T.

En reposo …

El camino es arduo y dura la jornada,
he batallado tantas guerras que cuenta ya no llevo.
Sin embargo sigo aquí, en pie,
en un solo pedazo aunque magullada y estropeada.

Este pedazo soy yo y me siento complacida.
Amo cada fisura, cada rajadura de este ser.
Representan un recuerdo de mis batallas vencidas.

Hoy me siento en este claro del bosque, en un breve descanso.
Hoy no hay batallas, ni bandos.
Hoy solo reflexiono mi recorrido.

Mi ser llega a mi cual dragón.
Me mira, sonríe, me abraza rodeándome y dándome calor.
Su mirada fulminante penetra cada célula de mi cansado cuerpo
y les da nueva fuerza y energía para seguir.

Me mira complacido… y me protege en pleno descanso.
Hoy dormiré mejor que nunca y mañana, renovada seguiré el recorrido.
Lista para ganar mil batallas más.
(Azucena)

‘La oscura contraposicion’, Sexta parte

Carraspeando continuó.

–‘Verás… yo no te puedo explicar demasiado, sólo sé que el último de vosotros marchó hace muchísimos milenios. Desde entonces no os habíamos vuelto a ver. A nosotros se nos encomendó dar la forma a los elementales que llegaban desde todos los rincones el universo por los canales eflúvicos, que vosotros construisteis. Pero nosotros no podíamos, no podemos crear. Sólo podemos vestir y dar forma a los pensamientos y sueños de los hijos del gran sol, por medio de los elementales. Una vez conformados parten raudos de vuelta hacia sus dueños para conformar las realidades que se transforman en el universo.
En su comienzo fueron muchísimas las creaciones de amor y belleza, maravillosas y llenas de luz. Nacieron mundos y razas a su amparo, pero sólo unas pocas con la capacidad del gran sol. Sus hijos y vosotros nos guiabais. Después vinieron las grises y oscuras. Nosotros no podíamos cambiarlas, sólo vestirlas de los elementales. Ahí empezamos a extrañar vuestra presencia. Éste mundo, nuestro mundo, era bello y lleno de luz y de vida, ¡brillaba!. De cada creación una parte se anclaba a él, haciéndolo crecer y todo se unía con equilibrio y armonía, pero con cada creación oscura, una parte de ellos empezó a enturbiar el aire y el cielo y nuestro mundo se fue apagando… Nos dimos cuenta que algo estaba cambiando para nuestra desesperación. Algunas veces teníamos que cerrar los ojos para no mirar aquello que nacía al componer los elementales. Pero es nuestra labor, no tenemos elección. Es nuestra razón de ser. Si no lo hacemos morimos y desaparecemos. Sólo podemos guardar algunas cajitas de elementales que nos son regaladas por nuestro servicio, como ésas que has visto. Son nuestros tesoros y lo que nos alimenta y nutre.

Un día conocimos la existencia de la bestia y supimos que ella era la contaminación; una pandemia que se expandía por los pensamientos y los sueños. Adueñándose de almas y voluntades, transmutándose en realidad, creciendo y haciéndose más poderosa. Supimos que invadía mundos. Unos tras otros contaminando y creando ejércitos a su servicio. Cuándo llegaba a un mundo de hijos del gran sol, se libraban batallas terribles y épicas, de encarnizado enconamiento, donde la luz y la oscuridad perdían su hermanamiento, convirtiéndose en opuestos. Pero la bestia seguía con su avance. En una de esas batallas, en la más terrible de todas ellas, legiones de vosotros fuisteis aniquilados, llenando el universo de lágrimas y tristeza. Pero la bestia fue atrapada, vencida y confinada. Se dice que en el corazón más puro y limpio que jamás había existido y que en ese mismo mundo fue escondido y guardado.
El mal se detuvo pero no fue erradicado. Muchas legiones de la bestia continuaban resistiendo y luchando, amparándose en la más negra oscuridad y en pozos sin fondo. Tratando de encontrar y liberar de nuevo a su señor… Una guerra durmiente y sin fin se instaló en el plano de los sueños.
Todo mejoró, los efluvios mejoraron y los elementales volvieron a vestir con más luz. Sin llegar a alcanzar la de antaño, pero el sacrificio no fue vano del todo. Nosotros pensamos que la bestia finalmente sería destruida… pero entonces comenzaron los aullidos en los sueños y las huestes oscuras reactivaron y reforzaron su presencia. Pensábamos que ella jamás regresaría y mucho menos aquí en nuestro mundo.

Hubo una gran tormenta, todo se oscureció y un gran estruendo sobrevino. Las corrientes eflúvicas se detuvieron y los elementales dejaron de llegar; todo se detuvo. Entonces la vimos, estaba aquí y empezó a devorarlo y a consumirlo todo a su paso. Nuestro mundo se convertía en cenizas, aquello dónde posaba su vista era destruido o transformado, tal es su fuerza. La mayoría de los nuestros no queriendo servirle perecieron sufriendo la destrucción de su alma. Otros muchos hincaron la rodilla y fueron convertidos en sus sirvientes. Postulándose a sus deseos hicieron acopio de todos los elementales que aún quedaban, reuniéndolos para esculpir una creación de la bestia. Nadie de los que quedamos sabe lo que es, más se está utilizando mucha energía para ello pero nada bueno sobrevendrá de ello y éste mundo agoniza. Los únicos lugares seguros aún son estas casas magnéticas, pero cada vez quedan menos sin corromper. Y los templos escondidos, en donde los pocos que quedamos nos refugiamos, es cuestión de tiempo que las encuentre. Ahí es donde tenemos que ir. Yo no te puedo explicar más, pero quizás el gran anciano pueda decirte más. Él es el único que está aquí desde el principio. Debo llevarte ante él’–.

Saiara comenzó a sentir un vértigo inusitado. Lo que ella creía sólo una obsesión y su locura propia, de golpe estaba cogiendo unas dimensiones apocalípticas para las que no estaba preparada y que la sobrepasaban por completo. No tenía ni idea de cómo afrontar semejante reto. Empezaba a estar realmente asustada. Pero allí estaba y por lo que veía su única alternativa era acompañar a Alanis a ver a aquel anciano del que le hablaba.

‘La oscura contraposición’ Quinta parte

—‘¡Pero…si yo estoy sola!, es más, no sé qué está pasando, todo esto…tú… jamás he tenido alas ni nada parecido, ni hermanos…’– ya con las primeras lágrimas en los ojos, Saiara continuó.
—‘¡Ni sé dónde estoy!… yo sólo estaba desesperada y crucé la puerta, por favor… ayúdame, necesito comprender… no comprendo nada. No sé qué hacer y estoy asustada’—
Alanis había escuchado, mientras la miraba con esos ojos suyos. Durante unos instantes guardó silencio dejando que la joven sollozara y se desahogara en sus lágrimas y mirando cada detalle de su invitada. Cuando vio que Saiara ya estaba más tranquila empezó de nuevo a hablar.
—‘Tranquila niña…umm todo debe de tener su explicación y la encontraremos. De momento déjame buscarte algo con qué cubrirte’–
Se dirigió a uno de los suspendidos muebles y tocando uno de los extremos, el mueble se descompuso en varias partes. De dentro de una de las partes, cogió una pequeña cajita rectangular de colores vivos y cambiantes, la abrió y de su interior se desprendieron unas lucecitas doradas que sorprendieron a Saiara. Eran idénticas a aquellas que habían conformado el rostro de la fuente y la formidable portada en la que había entrado a este nuevo mundo.
Alanis susurró unas palabras extrañas sin sentido para ella y las lucecitas empezaron su baile rítmico y musical convirtiéndose en una magnifica túnica que brillaba de luz. Alanis volviéndose a ella se la ofreció mientras le hablaba de nuevo.

—‘Estas son vuestras ropas…están conformadas de elementales. Por desgracia ya nos quedan tan pocos…’–.
Hizo una pausa cerrando los ojos nostalgicamente.
—‘Antes este mundo estaba lleno de ellos. Fue vuestro legado para nosotros; la materia prima y nosotros sus escultores. Los elementales son la luz consciente de la creación. Toda materia está creada con ellos. Se fabrica cualquier sueño y cualquier realidad. Pero ese nefasto y maligno ser las ha contaminado, ha viciado y destruido su naturaleza.
Ahora se ha convertido en una atmósfera negra y asfixiante que rodea y oculta la luz a los mundos e impide el flujo del universo y su amor. Nosotros no podemos crear sin ellos, no podemos captar ningún efluvio sin su potestad divina. Pero ¡tú estás aquí! Y tú sí que puedes crear. Los elementales pueden emanar de vosotros.
Tengo que llevarte al refugio, aún hay algunos caminos seguros pero hemos de ser cuidadosos.
La túnica se ajustó a su cuerpo como un guante. Dejando de brillar se había convertido en blanco y suave lino y era de una comodidad excepcional. Su desnudez no la había incomodado, pues hasta ese momento y con todo lo que le había sucedido se había olvidado de que iba por completo desnuda. La verdad es que tampoco le importaba demasiado.
Alanis había abierto un par más de aquellos extraños muebles y había cogido alguna más de aquéllas preciosas cajas. Estaba por completo excitado y nervioso. Ella ya un poco más relajada lo miraba con atención. Atenta a todos los detalles de lo que estaba haciendo y también se sentía muy perpleja; de todo lo que hasta ese momento había conformado su realidad no había ni rastro más allá de su rosalito qué aún mantenía en sus manos y por añadidura también era parte de un pasado que no pensaba pudiera volver. Pero quería respuestas. Quería comprender todo aquello. Alanis una vez tuvo todo guardado en una especie de zurrón que colgaba de su costado volvió junto a ella.
—‘¡Vamos!’– apremió.
Ella, queriendo parecer más alta ante él, se irguió sobre sus talones.
—‘¡No!’– dijo con determinación, —‘no me muevo de aquí hasta que no me expliques. ¡Quiero saberlo todo!’—
Alanis por completo sorprendido la miró abriendo grandemente sus ojos.
—‘¿Y qué quieres que yo enseñe a un Ángel?. Vosotros nacéis directamente de su sabiduría. Tú eres la única esperanza, eres un Ángel tejedor de luz. Yo sólo vuestro humilde servidor. Era muy joven cuando partisteis de aquí… apenas un niño, pero os recuerdo como si jamás os hubierais marchado’—.

‘La oscura contraposición’. Cuarta parte

Mientras se hacía estás conjeturas un terrible ruido la hizo tambalearse. En la distancia se escuchó como un trueno poderoso, pero no era un trueno, era un rugido, un rugido que ella conocía bien. Era la bestia. Desde su llegada a ese mundo no había dormido ni una sola vez y casi se había olvidado de ella, pero ahora la bestia rugía y ella estaba despierta.
Tembló y un sudor frio la recorrió. Esa terrible criatura estaba fuera de ella, de alguna manera su unión se había roto y eso significaba dos cosas. Una que había estado equivocada; la bestia no era ella misma como siempre había temido. Y dos, ahora estaba libre y campaba a sus anchas por aquel extraño mundo. Ella la conocía bien, en ese ser no había ni compasión ni rastro de nada parecido a la bondad, era un pozo ciego de oscuridad sedienta de sangre.

Una de las construcciones en forma helicoidal que se situaba ante ella unos metros más allá produjo un chasquido mientras algunas de las perfectas piedras que la conformaban se empezaron a movilizar dejando escapar entre ellas una luz blanca y fuerte. Pronto aquellas piedras conformaron una entrada con tres peldaños que descendían desde le construcción hasta el suelo. En la luz se recortaba una silueta un tanto distorsionada que si bien era humana no dejaba de asombrar un poco por su extrema delgadez.
Sus ojos trataban de distinguir los detalles pero la luz que el habitáculo desprendía se lo impedía.

–‘¡Niña, rápido…!- aquella figura le estaba hablando.
–‘¡Niña, entra, corre! … antes de que te encuentre, hay poco tiempo, es muy rápido, ¡corre!’–.

Aquel ser gesticulaba apremiándole y moviendo el brazo indicándole que se diera prisa.

–‘¡Vamos!… ¿acaso no escuchas? Venga date prisa, aquí dentro estaremos a salvo…’– trataba de convencerla mientras seguía moviendo los brazos con insistencia.
–‘¡Corre!’–

Otro aullido sacudió el cielo, esta vez mucho más cerca. Su cuerpo se estremeció, la temperatura había bajado drásticamente, y sintió miedo. Sus piernas se pusieron en marcha súbitamente hasta casi correr hacia la puerta del edificio.
Una extraña negrura se estaba apoderando por momentos del lugar.

Apenas hubo entrado por la puerta y ya las piedras se iban acoplando unas a otras cerrando aquella puerta como si no hubiera existido.
El habitáculo estaba por completo iluminado y parecía mucho más espacioso por dentro que por fuera. Había muebles o algo semejante que también flotaban sobre el suelo, pero lo que más la sorprendió es que era totalmente transparente. Miraras hacia donde miraras veía el exterior por donde poco antes había estado curioseando ella misma.

–‘¡shhh!, no hables, guarda silencio, shhh …aquí’–
–‘No puede vernos ni olernos pero si oírnos. Tiene un oído muy fino ‘– le susurró aquel …hombre…

Ahora podía verlo con claridad, era alto, casi rayando los dos metros, pero extremadamente delgado. Sus brazos y piernas parecían alambritos a punto de doblarse y su cuerpo no mucho más grueso parecía poco para sostener aquella cabeza, también alargada, pero en comparación mucho mayor que el resto del cuerpo. El pelo era como una seda de color amarillo brillante que caía plácido sobre su espalda. Sus ojos enormes y de un azul intensísimo que se sobredimensionaban sobre su pequeña boca y nariz, y sin embargo, y a pesar de su aspecto, no estaba exento de una cierta belleza en todo su conjunto.
En su cabeza como si de una explosión se tratase empezaron a surgir una enormidad de preguntas que pugnaban por salir de su garganta, pero él como si lo adivinara, le hizo un gesto de silencio mientras le señalaba a su espalda.

Al darse la vuelta la vio pero ahora en toda su enormidad. Ahí estaba su bestia, con sus ojos ensangrentados y más negra que nunca. Con el pelo erizado, de sus dientes caía unos hilillos de saliva negruzca y viscosa. Andaba en completo silencio, y de repente, miró hacia ella clavando su mirada como si la pudiera ver, como adivinándola. Ella dio un paso atrás, pero la suave voz de su nuevo amigo la tranquilizó.

–‘¡shhh, tranquila, no te asustes. Aquí dentro nada nos puede hacer, ni vernos tampoco, sólo debemos esperar a que marche…’– le dijo casi imperceptiblemente.

La bestia giró su cabeza, apartando su mirada de ella y siguió durante un rato merodeando entre los edificios, hasta que decidió marchar. No sin antes brindar un atronador rugido que lo llenó todo…
Dios mío…es ella, pensó la pobre joven, es mi bestia y está suelta.

–‘¡No me lo puedo creer…habéis regresado!’– le habló
— ‘¿Hemos? ¿quiénes hemos regresado?’– preguntó totalmente confundida Saiara mientras lo miraba fijamente.

La voz de aquel personaje era muy agradable, casi musical y sus ojos parecían casi hipnóticos al mezclarse con su voz, como si le obligara a sentirse cómoda y confiada, cuando debería de estar por completo fuera de sí ante todo lo que le estaba sucediendo.

–‘Por cierto, me llamo Alanis, soy el único que queda aquí. Los demás huyeron… y los que no, bueno, ellos fueron devorados o transformados por ella. Ya nada queda de lo que era… ¡Nada de lo que fuimos!. Las llamas de sus ojos todo lo han destruido y de sus llamas esas sucias cenizas que todo lo han consumido… Pero tú debes de recordar ¡cómo de bello era este mundo! Tú y tus hermanos lo creasteis. Vosotros nos lo disteis como el más bello legado. Y ahora lo hemos perdido y nada
podemos hacer contra ese negro poder. Pero… ¡habéis regresado! ¡Tú estás aquí!’–.

De los ojos de Alanis surgieron un par de lágrimas tan doradas como su pelo y pudo sentir su gran emoción con una claridad asombrosa. Sintió todo el peso, dolor, desesperación, emoción contenida y ahora esperanza irradiando de él…

–‘Vosotros’– continuó Alanis, –‘¡Vosotros podéis vencer al ser de la oscuridad y traer de nuevo la luz y la vida!…Si, vosotros, como la última vez…’–.

Saiara no salía de su asombro.
–¿Nosotros?… ¿quiénes?’, ¿de qué estás hablando?… ¡No entiendo nada!’—
–¡Si! vosotros…’Los Ángeles creadores de sueños, los tejedores de luz’–.

De pronto Alanis se quedó mirándola… –¿Y tus alas? ¿dónde están tus alas?’–

‘La oscura contraposición’ Tercera parte

De inmediato todo cambió. Una sensación de mareo y profunda angustia la invadió. Su cuerpo parecía que iba a desmembrarse de tanta presión que sentía. Todo pareció acelerarse como si fuera absorbida por un inmenso sumidero en forma de espiral. Su grito se alejaba aún más rápido de lo que salía por su garganta. Sintió un vértigo desconocido hasta ese momento para ella y ya… no recordó nada más.
Saiara que así se llamaba la joven, tomó conciencia de nuevo de sí misma. Su cuerpo estaba dolorido pero se sentía más ligera de lo normal, cómo decirlo… más elástica y ágil.

A su mente volvió todo lo acontecido. Se encontraba tumbada y su rostro enfrentado a un cielo de un color anaranjado y turbio que jamás había siquiera imaginado. El aire que inhalaba por su nariz, era seco, áspero y notaba cómo rascaba en el interior de su garganta. Se percató de que no tenía prenda que la cubriera; se encontraba completamente desnuda y su piel había cambiado de tono. De su piel blanca y delicada no quedaba rastro. Mirándose los brazos se dio cuenta que ahora era de un dorado cobrizo y mucho más gruesa, aunque seguía manteniendo su suavidad característica.

Se incorporó y muy despacio giró sobre sí misma. De la brillante portada no quedaba ni rastro, si no la tuviera tan viva en su mente, podría decirse que jamás hubiese existido. Su mirada se deslizó por un vasto paraje que parecía no tener fin, pero era un paraje desolador y terrible. El suelo estaba cubierto de una capa de algo que se parecía mucho a ceniza y allá y acá se divisaban los esqueletos de viejos árboles que también parecían a su vez carbonizados. Si el bosque que había cruzado para encontrar la puerta era espeluznante, aquello no tenía palabras que lo describiera; era sencillamente la descripción retorcida del infierno.

No acertaba a explicarse que debía de hacer exactamente, aquello no era para nada parecido a cualquier cosa que hubiera pensado. Había pensado que al cruzar el portal la bestia se desprendería de sí sin más, que ya no sería más parte de ella, que quedaría libre. Jamás que se encontraría en un mundo devastado por completo y más sola de lo que nunca lo había estado. Además, no podía entender por qué su piel había cambiado. No sabía el porqué de su sensación de pesar menos que el aire. Ni siquiera sabía cuándo dormiría y se reencontraría con la bestia queriendo usurpar su ser nuevamente, devorando sus entrañas. Ahora, también era todo negro por fuera.
Sintió unas repentinas ganas de llorar, por su pecho subía un torrente que pronto serían las primeras lágrimas. Dejando pasear su vista en rededor suyo y ante tanta tristeza, le vino a su mente aquella macetita de color azul con olas blancas que daba cobijo a una pequeña plantita verde con algunas pequeñas espinas. Su abuela se la había regalado siendo aún muy niña, le dijo:

–‘Saiara, ya ves que ahora no es gran cosa, la cuidaremos las dos juntas, yo te enseñaré cómo, y si le das todo tu amor, entonces ella te dará su regalo y será un regalo maravilloso. Ya verás’–

Y así lo hizo durante todo el otoño y con la primavera, la plantita esperezándose mostró unos lindos capullitos. Recordó como si fuese allí y ahora la sonrisa de su abuela y su emoción propia al ver los capullitos abrir en espléndidas rosas rojas, brillantes, llenas de vida y color. Cerró los ojos, las lágrimas ya escurrían por sus mejillas y lo deseó, deseó con todas sus fuerzas tener su regalo ante ella, allí y ahora; su promesa de vida, sus queridas rosas de rojo radiante y fragancia sin igual.
Un chasquido delante de ella la sobresaltó, obligándola a abrir los ojos. No lo podía creer, no salía de su asombro, justo delante de ella estaba su rosal. Tal y como lo recordaba; bellísimo, lleno de vida y color, que contrastaba con el ceniciento paisaje como el rayo que se abre camino en el cielo oscuro de la noche. Dio un paso atrás.

–‘¿Pero qué ha pasado aquí?’– Se preguntó en voz alta…

Se acercó a su Rosal, lo tocó, lo olió, y se dio perfecta cuenta de que era totalmente real.
Pensó, –‘¿y si todo pudiera ser real allí?–. No sabía dónde estaba, ni siquiera si aquello sería un mundo aparte o una invención de su mente. Se dio cuenta que no sabía absolutamente nada, no hacía frío, ni calor a pesar de que todo parecía abrasado por un fuego devastador. No sentía ningún tipo de brisa… Se pellizcó, y eso sí lo notó, por lo tanto si era un sueño, era un sueño donde podía sentir dolor. Y si era otro mundo también igualmente. Y desde luego su rosal parecía de lo más real y verdadero y era el suyo, idéntico a como lo recordaba.

Volvió a pensar, y si allí, fuera donde fuera que estuviera, ¿fuera posible crear cosas reales con solo pensarlo?. Miró a su alrededor y pensó que ojalá todo estuviera lleno de vida y fuese verde y bonito. Entonces cerró los ojos y esperó unos instantes para volverlos a abrir y ver si todo había cambiado a su alrededor. Pero no, al volverlos a abrir todo seguía igual de gris y devastado. Por un momento había pensado que todo cambiaría al pensarlo… pero su rosal si estaba allí, eso era completamente real; ¿entonces?. No tenía ni idea que había ocurrido, pero de una cosa se dio cuenta; no podía quedarse en ese lugar eternamente. Tal vez si caminaba encontraría algo diferente, tal vez no todo el lugar fuera así y aunque no tenía ni frío ni calor el estar por completo desnuda la hacía sentir incomoda.

Así que cogió su pequeño rosal y comenzó a andar con él a cuestas. Se dirigió hacia un pequeño promontorio que se veía en la distancia y se elevaba de manera evidente sobre el resto del terreno. Tal vez desde allí pudiera divisar algo diferente o quizás algún lugar habitado. ¿Por qué?… no estaría por completo sola allí; uf… sólo de pensarlo un escalofrió corrió por todo su ser. A su memoria regresó parte de lo que Anabel le había dicho:

–‘Recuerda que la fuente se convertirá en lo que tú seas… Si dentro de ti está la paz, ella te devolverá paz… Si no, te atrapará y vagarás por siempre de la mano de la fría dama’—

Pero no podía ser. Ella odiaba todo lo que no fuera amor. ¿Y si…? ¿Y si finalmente la bestia la hubiera devorado y estuviera atrapada allí?. ¿Y si… la bestia hubiera salido y ella se hubiera quedado allá para vagar por la eternidad…?
Su mente hacía todas las conjeturas habidas y por haber. Serenándose pensó:
–‘No puede ser, para ello tendría que haberse liberado y eso no puede ser, no sin yo saberlo, no puede haber ocurrido así sin más’–

Se paró quedándose perpleja.

–‘¡Estoy hablando sola, estoy pensando en voz alta!’–

Debía serenarse, no podía perder los nervios, lo mejor sería adentrarse en, fuera lo que fuera aquello, sin pensar demasiado y ver que encontraba.
Se visualizo a sí misma, desnuda, con su piel de color cobre, con su macetita blanca con olas y su rosal, y no pudo reprimir una sonora carcajada.

–‘Desde luego esto no es como pensaba’–.

Siguió pensando en voz alta mientras su risa seguía rompiendo el silencio reinante. Cambiaría y encontraría las respuestas; nadie dijo que fuera a ser fácil…

Desde el promontorio pudo ver que estaba en el centro de un valle bastante grande. Se había hecho a la idea que desde allí vería algo diferente que la guiaría. Se sintió algo desilusionada y un suspiro le salió de lo más adentro y fue justo en ese momento cuando lo vio. Primero pensó que era una broma de su vista, pero el segundo destello le reafirmó que no era tal. El corazón comenzó a acelerársele mientras una mezcla de inquietud, apremio, emoción y zozobra se abrían camino dentro de sus emociones y ¡otra vez más!. De nuevo el destello. Ya no había duda; allí había algo que se movía y brillaba. Era sin duda algún tipo de luz, ya que bajo ese cielo anaranjado sin sol no podía haber reflejos. En la distancia, al final del valle se dibujaban varias elevaciones montañosas diseminadas. Desde el punto en que se encontraba no parecían gran cosa, pero dado que era una distancia más que considerable, las montañas no serían tan pequeñas entonces. Había descubierto que su forma física había mejorado increíblemente. Llegar hasta allí fue sencillo a pesar de la mucha distancia. No sabía que sería la luz ni qué se encontraría, pero de momento aquella lucecita era toda su esperanza de encontrar algo que diera algo de sentido a todo aquello y, desde luego, iba poner todo su empeño en ello. Notó cómo una fuerza y determinación desconocida hasta ese momento crecía en su interior y no sólo eso, también una fuerza a la par. Cerró los ojos sintiéndolo crecer, notando cómo todo el vello de su cuerpo se erizaba. Como si su cuerpo flotara en una intensa espiral de energía que penetraba en ella a través de su coronilla. Nunca había experimentado nada igual; una conglomeración de paz, armonía y fuerza sin fin que la dejó dentro de un bienestar sin igual al volver a abrir los ojos.

Fijó su vista en aquel puntito de luz, tratando de fijar referencias para no errar el destino. Estuvo tentada de dejar allí, a su suerte, a su querido rosal, pero no, además no resultaba nada pesado llevarlo a cuestas. Esta vez se le hizo pesada la caminata, no por cansancio si no por la impaciencia, Y allí estaba a los pies de la montaña que resultaba ser empinada y jalonada de laderas escarpadas y árboles arrasados como todo lo que había encontrado a su paso. Durante todo el camino la luz se le había mostrado ocasionalmente como un faro discontinuo indicando y confirmando sus pasos, pero ahora simplemente había desaparecido.

Aguzó todos sus sentidos. Se percató que todo en ella se había potenciado; su oído, su olfato, su vista, incluso su tacto que a pesar de que su piel era más gruesa, también era más sensitiva, Durante un buen rato lo observó todo buscando cualquier indicio, cualquier pista. Estaba segura que estaba en el lugar indicado, pero no había ni rastro del destello.
Bueno, ¡pues la seguiría buscando!

Tal vez un poco más adelante hubiera alguna hondonada o quebrada que le impidiera ver desde allí. Durante un buen rato se dedicó a sortear troncos chamuscados y pedrería suelta que dificultaba su avance en la ya de por si empinada ladera, y fue así de bruces, que lo encontró.

A sus pies se dibujaba un ligero terraplén que habría paso a una explanada de varios cientos de metros. En ella se levantaba una especie de construcciones. Eran extrañas estructuras de piedras que conformaban diferentes formas, pero lo más asombroso, era que todas flotaban como por arte de magia a unos 70 cm sobre el suelo. La luz seguía brillando pero por su ausencia. En todo caso, todo aquello era mucho más de lo que esperaba encontrar. De un salto libró el terraplén y se acercó a la primera de las construcciones. A simple vista las piedras que la constituían eran del todo diferentes a todas con las que se había topado. Eran mucho más oscuras y compactas y tenían un encaje perfecto entre unas y otras dejando una superficie muy lisa casi acristalada, sin rastro de material alguno que las uniera. Tocó una de ellas ejerciendo una presión considerable. La construcción le pareció muy sólida. Dió la vuelta completa al edificio; había llegado a la conclusión de que eran edificios. Sin encontrar obertura alguna que diera entrada al interior del habitáculo, pensó que tal vez estuviera en el techo, aunque desde lo alto del terraplén tampoco le había parecido ver hueco alguno. Tendría que ver la manera de subir. Se agazapó para mirar por abajo. Definitivamente nada había que sustentara la mole de piedra; entre ella y el suelo, no había nada más que aire.

El destello que había visto tenía que haber salido desde este sitio, ¡estaba segura!. Pero no había absolutamente nada que allí pudiera brillar. Anduvo por aquellas calles si es que así se les podía llamar, porque no tenían ningún tipo de orden ni concierto. Es como si aquellas casas hubieran caído del cielo guiadas sólo por la casualidad sin más razón. Entonces cayó en la cuenta; allí no había ceniza alguna. Todo estaba increíblemente limpio, como si una gran escoba hubiera hecho su trabajo, que en comparación con todo lo demás que rodeaba a la aldea, llamaba notablemente la atención.
Alguien sin duda debía de haber limpiado todo aquello; esa deducción la llenó de ilusión. Una gran alegría se apoderó de ella.
¡No estaba sola!

‘La oscura contraposición’ Segunada parte

Como siempre cuando alcanzaba ese punto de sueño profundo, se abrió aquella puerta de pesado hierro oscura, más aún, negrísima y tras ella, los ojos rojos llenos de sangre encendida junto a aquel hedor de odio y terror que desprendía. Siempre la miraba fijamente antes de abalanzarse sobre ella a la vez que gruñía sordamente. Ella desesperadamente se defendía del inmundo animal tratando de separarse de él , le gritaba, le escupía , le arañaba, le golpeaba, pero todo resultaba inútil. Terminaba siendo su presa y se fundía con su piel. Ella desesperada notaba como aquella bestia tomaba el control de su ser y alejaba de si todo lo bueno que había conocido, hasta hacer desaparecer todo vestigio de amor, compasión o piedad. Notaba cómo crecía en su interior una enorme sed de sangre y una fuerza inhumana y ancestral; el odio y el deseo de hacer daño se apropiaban de todo su ser. Un afán de devorar y envenenar todo a su paso se adueñaba de ella, mientras ella se iba diluyendo como una nube bajo el sol de mediodía y desapareciendo sin más. Entonces gritaba llena de angustia y terror, y haciendo acopio de toda su fortaleza lo expulsaba de sí, pero a cada vez su fortaleza era más efímera, y aquellas cadenas de plata y cristal que sujetaban aquel horror se debilitaban y resquebrajaban, así hasta que dentro de una alteración total volvía a despertar, entre sudor y el miedo de sentirse ir.

Las gotas empezaron a salpicar sobre la delicada piel de su mejilla. En su rostro se dibujó una suave e inconsciente sonrisa. Su mente dándole una tregua, la había trasladado dentro del sueño hasta un verde prado bajo un azul celeste de envidiable pureza. Allí ella se divisaba a si misma tumbada entre un frondoso césped lleno de aroma, disfrutando de una calmada paz, mientras con sus manos era capaz de atrapar el mismo cielo, que increíblemente dejaba caer sobre ella gotas de cristalina agua que brillaban como diamantes encendidos de luz alborea. Pronto el agua comenzó a mojarla con insistencia y el azul del cielo desapareció y el verde césped se convirtió en musgo embarrado, despertándose sobresaltada. En un instante regresó a la realidad y con sorpresa, se dio cuenta que se había quedado dormida y ni siquiera sabía el tiempo que había transcurrido.

El tétrico bosque regresó y se dio cuenta que la lluvia era muy real, estaba lloviendo. Recordó de golpe que no tenía agua apenas y se dispuso a llenar los dos recipientes que había traído consigo, antes de que aquel regalo inesperado se acabase; el cielo seguía sin verse pero de alguna forma el agua se las apañaba para colarse entre las apretadas copas de los árboles. No tardó demasiado en escampar, en apenas media hora cesó, y la tierra lo absorbió de tal manera que era como si una sola gota hubiera caído, pero a Dios gracias había conseguido reponer sus reservas de agua.

Aún sentía el amargor de las setas en el paladar. Decidió dar un buen trago de agua, ahora se podía permitir apagar un poco su sed. La lluvia había subido su ánimo. Recogió y ordenó todo en su mochila. Había guardado algunos de los hongos encontrados para más tarde y recomenzó la marcha. No llevaría ni tres horas, cuando el bosque pareció cobrar luz propia. Podría haber pasado a tan sólo dos metros y ni lo hubiera visto. Ante ella y tras el tronco de  un arrugado roble se abría una senda estrecha y que como por arte de magia se iluminaba con una enorme y tenue luz violeta y aterciopelada que parecía desprenderse de unas extrañas plantas de hojas anchas y alargadas que asemejaban luciérnagas vegetales. Sus ojos las observaban maravillados, tal era su belleza; su corazón palpitaba con emoción, había encontrando el camino hacia la fuente deseada. Sus piernas temblaban, ya no sabía si por la emoción o por los días transcurridos. Por un momento se acordó de la vieja Anabel, hablándole mentalmente.

–‘Vieja amiga, esto se te olvidó contármelo, ojalá mis ojos fueran los tuyos por un momento y pudieras ver esta maravilla’–

Un escalofrío recorrió su cuerpo y por un momento le pareció sentir junto a ella a la dulce anciana. Respiró profundo cogiendo aire en sus pulmones y comenzó a adentrarse en la misteriosa y estrecha senda, que iba bajando como por una ladera. Poco sospechaba ella que las sorpresas no habían hecho más que empezar.
Las plantas iluminadas, habían creado una bóveda perfecta, que se ensanchaba y crecía en altura por momentos. Allí para su sorpresa en suspensión habían unas pequeñísimas lucecitas doradas que parecían chispas desprendidas del mismo sol. Creaban una suerte de danza mística bailoteando aquí y allá, creando un sin fin de figuritas geométricas que le traía a la memoria aquellas noches en las que de niña miraba el firmamento, imaginando que escondería cada estrella. En todo caso le pareció un espectáculo bello y sobrecogedor, que lejos de atemorizarla, la imbuía en una extraña paz. Las figuritas brillantes producían un suave zumbido que terminaba asemejándose a la suave y melodiosa música de una flauta que por momentos quería hacerla flotar. El suelo, ya no era musgo y hojarasca putrefacta, ahora era suave y desprendía un calor que recomponía todo su cansancio y alejaba todo atisbo de dolor. Pensó que estaba a las puertas del paraíso o que tal vez había muerto y estaba de sopetón ante la entrada de otra existencia.

Las luces sin previo aviso detuvieron su danza agrupándose al fondo de la sala, conformando un rostro de belleza increíble. El tiempo pareció pararse. Ella paradójicamente no sentía ningún temor, era como si aquello lo hubiera esperado desde siempre… y el rostro le habló.

–‘Mi querida niñita, llevo observándote desde que entraste en los dominios de este mi bosque. Rara vez he visto semejante voluntad encerrada en un cuerpecillo tan pequeño y frágil. Muchos han tratado de encontrarme, pero muy pocos han sido merecedores de ello. Yo sólo me muestro a aquellos que en su perseverancia y ante la más atroz desesperación son capaces de mantenerse puros y limpios en su corazón, y tú, tú me has demostrado que tienes el corazón fuerte y limpio. No es de extrañar que se te eligiera a ti para contener a la bestia’—

–‘Pero… ¿pero y cómo sabes tú de mi Bestia? nadie más que Anabel y yo sabemos de ella’–. Apenas acertó a balbucear la frágil muchacha.

–‘Anabel sólo me habló de una fuente de cristalinas aguas, de nada más, no me habló de ti, ni de nada parecido. ¿Cómo sabes tú de la bestia?’–, atinó a preguntar la muchacha.

El rostro dorado adoptó una sonrisa y una apariencia de infinita compasión.
–‘Mi dulce niñita, yo sé mucho de muchas cosas, y no sé nada que no se tenga que saber. En mi bosque nada entra que yo no conozca. Conozco tu esencia divina, de la que tú ni sospechas. Conozco tu profunda amargura, de la que no eres culpable y desde luego conozco a la bestia de la que tú eres prisión. Pero mi niña, nada es lo que parece, ni lo que acontece ocurre sin más. Tal vez ahora no lo entiendas, pero pronto sentirás la certeza de lo que encierras. En cuanto a la dulce Anabel, sus ojos están cerrados por amor, ella no puede ver todo lo que es, ni todo lo que será, y aun así es un camino de luz encerrado en su ceguera’– continuó el brillante rostro.

–‘Pero ¿entonces?…’– Dudó la muchacha, –¿Quién o qué eres tú? ‘–. Acertó a preguntar tímidamente.
–‘Jajajaja’– se rió la cara.
–‘¡Yo soy la fuente!, Pero no temas mi dulce niña, no es a mí a quien tienes que temer. Es a lo que hay tras de mi en todo caso. Piensa si quieres cruzar mis puertas, porque una vez dentro sólo acertará a salir uno de los dos, ¡o tú o la bestia!’–

El rostro nuevamente comenzó a cambiar componiendo en su danza lumínica un magistral pórtico adornado en todos sus extremos por aquellas extrañas figuras geométricas. La sala parecía incluso que se hubiera agrandado sustancialmente y el silencio abarcó todo el lugar.
La joven, que aún estaba sorprendida, se quedó ensimismada contemplando aquel increíble pórtico, tratando de asimilar todo lo que había escuchado. Ahora de golpe no sabía muy bien que debía hacer, si entrar o salir corriendo. Pero la duda desapareció pronto. Cerró los párpados y allí estaba ella y la bestia con su hedor demencial, que la miraba con una inusitada y mal contenida rabia…

Ya no le quedó duda alguna, ¡entraría!. A eso había venido y eso haría. Apretó los puños y más aún los dientes, suspiró y cruzó la puerta.

‘La oscura contraposición’ Primera parte

Ella era una chica de piel blanca y ojos oscuros, de figura tan frágil que la comparaban con una roja amapola, pero en su interior, su alma era raída por los colmillos de aquella negra bestia, que cada noche pugnaba con destapar el horror que encerraba, y su mente aún joven, enloquecía con cada aullido de la bestia. Antes su fe era fuerte y entera, pero ahora , ahora las grietas habían hecho en ella mellas, amenazando con desmoronarla en cualquier instante y ya sólo le quedaba aquella única esperanza, la de aquella leyenda caída de los tiempos que debía buscar con premura. La bestia cada noche le mostraba su poder aniquilador, del cual ella sería su instrumento en cuanto rompiera las cadenas que a duras penas seguían aprisionándola. Tres días con sus noches llevaba por aquel deshumanizado bosque vagando en busca del ansiado portal, sabía que encontrarlo sería caer en los brazos de la noche infinita, pero también sería el final de la bestia y la salvación de su alma.

El bosque parecía una repetición constante de sombras y ramas retorcidas , los troncos brotaban entre el mar de musgo, que amenazaba con atrapar sus ligeros pies en cualquier momento para engullirla de alguna forma, la luz del día apenas se distinguía entre las copas de aquellos enmarañados fantasmas de madera. Pero ella debía de seguir buscando, temía más a su bestia que a cualquier bosque infinito. De su tragedia sólo sabía la vieja Anabel, una viejecita de pelo blanco y desdentada por los años vividos, a la cual le había sido arrebatada el don de la vista en el mismo momento de nacer y a la que paradójicamente esa misma carencia le había propiciado poder ver aquello que estaba oculto a la mirada de los demás mortales que miraban con el sólo sentido. Ella y sólo ella había podido ver al monstruo que encerraba su interior y había sido también la que le había hablado de la leyenda que ese bosque escondía. Se decía que en lo más recóndito de él y sólo para aquellos que fueran capaces del amor más limpio, se abriría un portal en forma de aguas cristalinas, que se convertía en espejo del alma que en sus aguas entrase, purificando y dando la paz y el equilibrio que cada uno precisara, pero que si por el contrario, aquel que en el mágico estanque entrara y no encontrase tal dicha, jamás de el regresaría y sería entregado a la dama fría de la noche infinita y condenado a vagar por ese bosque hasta ser capaz del estanque salir.

Anabel le había advertido que si era capaz de encontrarlo, lo cual ya de por si sería una complicada suerte, se lo pensase muy bien antes de en él sumergirse.

Aquel maldito bosque parecía infinito y su estómago empezaba a rugir. Ya hacía horas de su última comida y en su pequeña mochila ya no quedaba ni una de las tortas de maíz que había preparado y el agua… tampoco le andaba quedando apenas y toda la que había visto hasta el momento estaba estancada y putrefacta. Y ese silencio solo roto por sus pasos amenazaba con hacerla perder la cordura. Desde luego la vieja Anabel no se había quedado corta al describir el horror de aquel lugar. Pero justo a cada vez que empezaba a perder los ánimos en su mente aparecían los encendidos ojos de la bestia y el sólo pensamiento de enfrentarse a ella en su sueño, la espoleaba dándole fuerzas para seguir caminando.
Decidió que era necesario buscar con que alimentarse, ella conocía bien toda clase de hongos y musgos y aunque de momento no había divisado ninguno comestible se prometió a si misma estar atenta a cualquier vestigio de ellos. Mientras seguía deambulando por aquel retorcido y ennegrecido bosque, había decidido sobrevivir como fuera hasta encontrar el mágico estanque y acabar con su bestia. No importaba el precio que tuviera que pagar para ello.

La cosa siguió de la misma manera por varias horas, a cada paso se sentía más desfallecida y empezó a tener la sensación de estar dando vueltas sobre sí misma. No había nada sobre lo que tomar ninguna referencia. Todo era una repetición constante y el cielo, simplemente había desaparecido a su vista. La humedad bochornosa que la rodeaba la hacía sudar copiosamente, a la par que le producía temblores helados. No tardarían en aparecerle escoceduras del constante roce de sus miembros al caminar. Su mente quería quejarse y gritar a cada instante pero ella la acallaba tratando de mantenerse firme. Se detuvo! Casi no podía creérselo allí frente a ella, en un pequeño claro entre los aturullados troncos divisó un pequeño grupo de setas, que ansiosamente deseó fueran comestibles. Se acercó despacito, como con miedo y casi emocionada se dio cuenta de que sí, eran comestibles. Unas lagrimillas comenzaron a manar de sus ojos, mientras su garganta dejaba escapar unos ligeros sollozos tanto de alivio como de angustia mal reprimida. No era gran cosa, pero era algo con lo que saciar su ya dolorido estómago. Con cuidado se arrodilló junto a ellos escarbando con delicadeza para desenterrarlos, no tenía con que limpiarlos, así que decidió soplarle lo más fuertemente que pudiera, a fin de quitarles la máxima tierra posible. Sus dientes rechinaban y el sabor era algo amargoso, pero a ella le pareció el mejor de los manjares. Por un momento se olvidó del lugar concentrándose solamente en el hecho de nutrirse comiéndolos despacio y con cuidado. Cuando terminó bebió un sorbito de la escasa agua que aún acaparaba.

Se recostó ligeramente pensando en continuar en cuanto les diera un poco de reposo a sus maltrechas piernas, pero un pesado sopor se apoderó de ella sin siquiera darse cuenta, quedándose dormida.