Carraspeando continuó.
–‘Verás… yo no te puedo explicar demasiado, sólo sé que el último de vosotros marchó hace muchísimos milenios. Desde entonces no os habíamos vuelto a ver. A nosotros se nos encomendó dar la forma a los elementales que llegaban desde todos los rincones el universo por los canales eflúvicos, que vosotros construisteis. Pero nosotros no podíamos, no podemos crear. Sólo podemos vestir y dar forma a los pensamientos y sueños de los hijos del gran sol, por medio de los elementales. Una vez conformados parten raudos de vuelta hacia sus dueños para conformar las realidades que se transforman en el universo.
En su comienzo fueron muchísimas las creaciones de amor y belleza, maravillosas y llenas de luz. Nacieron mundos y razas a su amparo, pero sólo unas pocas con la capacidad del gran sol. Sus hijos y vosotros nos guiabais. Después vinieron las grises y oscuras. Nosotros no podíamos cambiarlas, sólo vestirlas de los elementales. Ahí empezamos a extrañar vuestra presencia. Éste mundo, nuestro mundo, era bello y lleno de luz y de vida, ¡brillaba!. De cada creación una parte se anclaba a él, haciéndolo crecer y todo se unía con equilibrio y armonía, pero con cada creación oscura, una parte de ellos empezó a enturbiar el aire y el cielo y nuestro mundo se fue apagando… Nos dimos cuenta que algo estaba cambiando para nuestra desesperación. Algunas veces teníamos que cerrar los ojos para no mirar aquello que nacía al componer los elementales. Pero es nuestra labor, no tenemos elección. Es nuestra razón de ser. Si no lo hacemos morimos y desaparecemos. Sólo podemos guardar algunas cajitas de elementales que nos son regaladas por nuestro servicio, como ésas que has visto. Son nuestros tesoros y lo que nos alimenta y nutre.
Un día conocimos la existencia de la bestia y supimos que ella era la contaminación; una pandemia que se expandía por los pensamientos y los sueños. Adueñándose de almas y voluntades, transmutándose en realidad, creciendo y haciéndose más poderosa. Supimos que invadía mundos. Unos tras otros contaminando y creando ejércitos a su servicio. Cuándo llegaba a un mundo de hijos del gran sol, se libraban batallas terribles y épicas, de encarnizado enconamiento, donde la luz y la oscuridad perdían su hermanamiento, convirtiéndose en opuestos. Pero la bestia seguía con su avance. En una de esas batallas, en la más terrible de todas ellas, legiones de vosotros fuisteis aniquilados, llenando el universo de lágrimas y tristeza. Pero la bestia fue atrapada, vencida y confinada. Se dice que en el corazón más puro y limpio que jamás había existido y que en ese mismo mundo fue escondido y guardado.
El mal se detuvo pero no fue erradicado. Muchas legiones de la bestia continuaban resistiendo y luchando, amparándose en la más negra oscuridad y en pozos sin fondo. Tratando de encontrar y liberar de nuevo a su señor… Una guerra durmiente y sin fin se instaló en el plano de los sueños.
Todo mejoró, los efluvios mejoraron y los elementales volvieron a vestir con más luz. Sin llegar a alcanzar la de antaño, pero el sacrificio no fue vano del todo. Nosotros pensamos que la bestia finalmente sería destruida… pero entonces comenzaron los aullidos en los sueños y las huestes oscuras reactivaron y reforzaron su presencia. Pensábamos que ella jamás regresaría y mucho menos aquí en nuestro mundo.
Hubo una gran tormenta, todo se oscureció y un gran estruendo sobrevino. Las corrientes eflúvicas se detuvieron y los elementales dejaron de llegar; todo se detuvo. Entonces la vimos, estaba aquí y empezó a devorarlo y a consumirlo todo a su paso. Nuestro mundo se convertía en cenizas, aquello dónde posaba su vista era destruido o transformado, tal es su fuerza. La mayoría de los nuestros no queriendo servirle perecieron sufriendo la destrucción de su alma. Otros muchos hincaron la rodilla y fueron convertidos en sus sirvientes. Postulándose a sus deseos hicieron acopio de todos los elementales que aún quedaban, reuniéndolos para esculpir una creación de la bestia. Nadie de los que quedamos sabe lo que es, más se está utilizando mucha energía para ello pero nada bueno sobrevendrá de ello y éste mundo agoniza. Los únicos lugares seguros aún son estas casas magnéticas, pero cada vez quedan menos sin corromper. Y los templos escondidos, en donde los pocos que quedamos nos refugiamos, es cuestión de tiempo que las encuentre. Ahí es donde tenemos que ir. Yo no te puedo explicar más, pero quizás el gran anciano pueda decirte más. Él es el único que está aquí desde el principio. Debo llevarte ante él’–.
Saiara comenzó a sentir un vértigo inusitado. Lo que ella creía sólo una obsesión y su locura propia, de golpe estaba cogiendo unas dimensiones apocalípticas para las que no estaba preparada y que la sobrepasaban por completo. No tenía ni idea de cómo afrontar semejante reto. Empezaba a estar realmente asustada. Pero allí estaba y por lo que veía su única alternativa era acompañar a Alanis a ver a aquel anciano del que le hablaba.
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