Andaba perdido por las marañas
de mis pensamientos inciertos,
intentando hallar a ratos
vestigios de claras miradas.
Veredas de largas raíces
que a mis pies se adherían,
bloqueando el movimiento
que en su fluir debían.
Eran retorcidos sus brazos,
largos también
y en ellos atrapadas
muchas morían,
mariposas aladas
por la fría dama selladas.
En ocasiones
aquel viejo capitán,
gritaba sus arrestos
a su guardia negra,
escuchando al murmurador de sueños,
el lamento de sus gorriones,
atrapados en aquella estepa,
de vientos silbantes,
dónde oscuras palabras
danzaban en agonía callada.
Sólo el beso del esperado rocío
rompía el hechizo
de aquel frío mandato,
liberando al viejo truhán.
Fran Rubio Varela
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