Y llega la hoja que cae y me susurra
lo ajeno de un olvido.
Ella era verde y brillaba ante los rayos del sol que la acariciaban,
y era tambien vanidosa allá en su altura,
y se creyo sabia,
porque a su vista había un horizonte amplio,
incluso gozó de la luna en las suaves noches de su verano,
se dejaba mimar por el aire de la mañana
y por la brisa del ocaso.
Las estrellas la hacían soñar mientras se mecía en la inconsistencia de su existencia.
Jamás miraba hacia abajo, ni se percataba de nada que no fuera su verde fragancia.
No escuchaba al ave que bajo su sombra se guardaba,
ni a la hormiga afanosa que hasta ella subía…
No quería la cancion del grillo,
que tan poca cosa le parecía,
ni la chicharra dicharachera,
que esculpía su murmullo.
Ella solo se guardaba de ser bella en las alturas, verde y bonita no mas.
Jamás quiso comprender al arrugado tronco,
ni a la fatigada rama;
que podrían saber ellos si no veían mas allá de su sombra…?
Pero un día el viento no quiso ser calido
y la brisa la maltrato silbando violenta,
y el sol se alejó rayando cada alba,
y la luna fue oculta entre las nubes,
y en la mañana el rocío fue gelido.
Y ella no comprendia la inconsistencia de su alma,
pues al grillo había despreciado,
y de la chicharra su murmullo olvidado,
la hormiga no volvió a subir
y el ave pasaba elevada,
sin descansar bajo su sombra.
Y su verde fue muriendo.
Y su fragancia envejeciendo.
Y su tallo cada vez mas quebrado,
apenas si la sostenía.
Y fue un día sin horizonte y una noche sin luna,
que durmiendo calló de las alturas
hasta ese suelo tan abajo,
ese que nunca quiso ver.
Y alli dejo su dulce inconsistencia,
siendo alimento para la oruga,
savia para el tronco
y fortaleza para la rama…
Fran Rubio Varela.©. Agosto 2018.
Imagen sacada de la red.
871 respuestas a «Lo ajeno del olvido…»
Los comentarios están cerrados.