El brotaba de sus labios.
En cada palabra
en cada suspiro,
en cada agonía…
Sus ojos cristalizados
rumiaban sus lágrimas,
aquellas que nunca vertió,
aquellas que la laceraban
en un olvido imposible.
El fuego de aquel dragón
la consumía en sus largas noches,
y cuando el sol la vestía
sólo era la piel agnóstica
de la que ya no cree,
ni fe posee.
Sentada a las horas
y abrazada a los minutos
que en las entrañas
del laberinto helado danzaban
discurría su silencio.
Pues de sus labios
brotaba él,
en cada palabra
en cada suspiro
en cada agonia…
Fran Rubio Varela.© Enero 2018
- imagen de Ana T
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