El alma tiene alas de aire inquieto,
que empapan con nubes de trapo viejo…
El alma tiene esa sonrisa distraída
que no sabe por dónde anda,
por qué sabe todo lo que ha andado.
El alma no miente ni amenaza,
porque no sabe de chanza,
sólo escabuye su sombra
tras un arlequin que quiebra,
al enemigo y su arado.
El alma no tiene tiento
que anule su aliento,
y a lomos de su musica
su silencio amordaza.
El alma como un sol brilla,
capaz de ser dama oscura
que no equivoca la astilla,
que en ella se ampara.
El alma que su misterio halla
en su estela barada,
no alcanza ni calla
a bordo de su marejada.
El alma caminante de su destino
no aleja ni acerca su testamento
que no es otro que el tiempo
encarcelado en su adentro…
Fran Rubio Varela.
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