Paraiso

Paraíso, y el agua cae como agujas de plata, se desvanece  sobre su igual, en los torrentes del cielo, no hay jardín que no la adore ni flor que no ame su sagrado vínculo.
Paraíso, y en la arena el dibujo de sus montañas, y las cuevas donde amanece cada rayo de la vieja estepa, y se emocionan aquellos que las vieron y aún las recuerdan y en sus canoas levantan la barbilla de los dioses, fueron sangre y tierra sobre los lienzos de las rocas.
Paraíso, y el fuego nunca se lamenta de su fuerza, él, que nace de la nada y consume lo que se le da, no es tormenta ni es la calma del que lo mira, es el espíritu de los moradores, es la magia de lo improbable , es la consecuencia del nacimiento.
Paraíso,  y en sus cumbres los espejos brillan como aquellas almas que subieron sobre sus propias entrañas,  y el aire pestañea en su semblante, guardianes pacientes, testigos mudos ofrecen su historia a quien la quiera cantar, son sus laudes los siglos, son sus heraldos los desvanecimiento del tiempo, y son su mirada la lejanía.
Paraíso, y en su milagro los cielos que descansan sobre las nubes, las estrellas cantan en su levedad, y las ventiscas son de prados verdes y raíces profundas, bajo su capa es generosa su sabiduría y de su piel quien no yace enamorado no es galán de su estela. Cómo se lame sus heridas cada madrugada, entre el hielo y la escarcha, como se se habla entre sus brumas donde ni el ciego es ciego ni el cuerdo es cuerdo.
Que alma olvida su frecuencia, que vacío es el que no se llena, de pruebas esta lleno este juicio, y de sentencias la playa y su arena, y cada ola trae la sal, y el río siempre es mar y el mar siempre es océano, y el océano siempre es vida.
Cuál fue la huella  que  quedó grabada, ¿acaso se hicieron piedra?, ¿Quizás el hierro lo guardaría?, ¿Qué cofre le hará honor?.
Los ojos son profundos donde se pierde la marisma nublada, son puertas que guardan bajo su cristal la verdad que aguarda, y su escalera aguanta los opacos tormentosos, porque, ¿que rayo no ilumina cualquier noche aunque sea un instante sólo?.
Fran Rubio Varela©Febrero 2019.

De Soles, Lunas, Amaneceres y Crepusculos..

Amé como muchos y lloré como tantos
las espinas clavadas en la carne.
Recé a los vientos y a las tempestades
una calma pasajera,
un buen puerto con un piano,
un oasis perfecto…
Pero como en cualquier desierto
la arena quema y desgarra,
la sal escuece las heridas,
y el alma se curte en cicatrices.
No lamento mi destino
de gato sobre el tejado,
no huyo bajo la lluvia
las canciones de lamentos.
Que soy ya viejo
poeta desdentado,
gris por no decir negro,
de raídas telas viejas
y botas desvencijadas
por piedras repetidas.
El camino torcido
que elegí caminando,
no fue tan malo
ahora ya que desde el final lo miro.
Con esta mirada ya aprendida
del que miró siempre sin querer ver.
Y que es la vida de un pasajero,
en este tren de lo infinito?.
Acaso importa tanto un destino?.
De reyes y reinas con su orgullo vencido,
vagabundos y damas valientes con su piel ya ajada,
éste vagón va lleno
y este poeta lo escribe
con palabras gastadas y escritas.
Y nada es nuevo y nada es viejo,
lo decente puede ser indecente,
y lo digno, como puede lo digno nadar en el barro…
Y el orgullo, éste siempre muere en su altanería.
De soles, lunas, amaneceres y crepusculos,
han vestido los días
que hacia mi han venido.
Y ahora sólo quiero
la misericordia de los cielos,
porque el amargor de esta boca
ya no tiene saliba que lo apiade.
Y soy en la cuenta
que sólo la palabra vuela
hasta donde nace el niño,
y sólo ella despide al muerto.

Fran Rubio Varela © derechos registrados. Octubre 2018.

La oscura comtraposicion, octava parte.

Octava parte la oscura contraposicion.

Verdaderamente estaban cogiendo todas medidas posibles para no poder ser rastreados por nadie, tras salir de las casas magnéticas se internaron por una senda estrecha que discurria serpenteante ladera abajo.
Para su sorpresa la túnica que Alanis le había dado cambió de color oscureciedose y tomando el tono de aquello que la rodeaba hasta hacerla casi invisible a la vista.
Los ropajes de Alanis tambien se habian adaptado al paraje por el que caminaban,
pero se le notaba muy nervioso y alerta y atento a cualquier ruido o cosa que se saliera fuera de lo normal, el silencio era sepulcral y la noche había caído oscura como pocas veces la había visto.
– shhhh niña…tenemos que ser sombras silenciosas…aunque pueda parecerlo no estamos solos…los que han decidido servirle pueden estar al acecho o agazapados en cualquier parte y no podemos permitir que nos descubran…hemos de ser extremadamente sigilosos y cautos-.

A pesar de la tremenda oscuridad Saiara también se percató con sorpresa que su vista y oido habían cambiado podía ver casi con la misma claridad que en un día de sol abierto y en su oído resonaba cualquier sonido como si tuviera acoplado un potente altavoz a sus orejas.

¿Que mas podría haber cambiado en ella?

¿ Y si en realidad ella era verdaderamente un ángel?, ¿una tejedora de sueños??.
Ya empezaba a creer que cualquier cosa era posible.
Alanis se mostraba muy ágil y hasta elegante en sus movimientos, pero ella aún lo era mucho mas que él, se sentía casi flotar sobre la senda y no sentía cansancio algúno, sus pies descalzos no sufrían en absoluto las irregularidades de la senda.
Su guía se detuvo, levantando su mano para indicarle que parase mientras se acuclillaba con sus estiradas piernas de manera que a ella le parecía casi imposible que pudiera.
La senda se se había difuminado hasta desaparecer completamente y ante ellos se abría un claro y abierto prado sin ningún tipo vegetación calcinada que pudiera parapetarlos.

– Mira…- le señalo – alli pasado el claro, ves aquellos árboles, antes era un enorme bosque, ahora sólo quedan de los árboles sus sombríos esqueletos, pues hemos de continuar por el bosque y no muy lejos esta una de las puertas secretas, pero fíjate ahí…-

Saiara dirigió la mirada hacia donde Alanis le indicaba y de inmediato distinguió tres sombras sentadas a un lado de el claro, al igual que ellos sus ropajes se confundían con el entorno.
Sorprendentemente se asemejaban muchisimo a Alanis pero sus pelos eran grises y sus ojos eran unas sombras oscuras y la piel de sus rostros parecían de cartón arrugado nada que ver con la tersura de la piel de Alanis.

– Los ves?- Le susurro- Están de guardia,
esperan descubrir las puertas…por suerte al ser tomados por la criatura pierden la memoria, pero saben que existen, y esperan apresar a alguno de los que quedamos para torturarnos y hacer que se las mostremos…y eso sería una verdadera catástrofe, sigueme, tendremos que arrastrarnos en completo silencio…créeme tienen un oido extremadamente fino y son muy peligrosos, lo lamento muchisimo, pero el rosal habras de dejarlo aqui… en este gris llamaría mucho la atencion-
Saiara miro su macetita de olas y a su rosal, le dolía tener que dejarlo, pero comprendió que era necesario, era como tener a su abuela aún con ella…
Con sumo cuidado la dejo a un lado, ocultandola en la medida de lo posible de la vista de cualquier caminante casual.

– Volveré a por ti, lo prometo! mi adorado rosal, volvere!!!.-

Empezaron a reptar lo mas silenciosamente posible atentos a las figuras de los guardianes que de momento no parecían haberse percatado de su presencia. Fueron internandose en el prado, el principio del bosque estaba cada vez mas cerca, lo estaban consiguiendo, estaban a apenas 60 metros de la protección del bosque. Pero Saiara no se fijo en aquella ramita seca entre el pasto, dejando su mano sobre ella.
La ramita crújio con estruendo en el completo silencio de la noche, Alanis palideció quedándose inmóvil por completo y Saiara se maldijo por su torpeza para si misma .
El silencio continuó y por un momento pensaron que los vigilantes no lo habían escuchado, pero pronto fué solo una ilusión vana. Las voces excitadas de los sicarios de la bestia se dejaron sentir como un relámpago y pronto tambien la carrera de sus pasos, los habían descubierto!!
– Corre niña levantate y vuela hacia el bosque, no mires para atras!!!-
Ambos se levantaron con celeridad y corrieron rapido, lo mas que podían,
pero sus perseguidores ya estaban muy cerca y cómo saltaban los condenados, con una celeridad inhumana.
Alanis se fue quedando un poco mas atras mientras Saiara con el corazón saliéndosele por la boca corria sin haberse percatado de ello.
– Estamos llegando Alanis, ya casi estamos- gritó mientras alcanzaba el primero de los árboles y fue justo ahi donde oyó el grito de Alanis que había sido alcanzado unos metros tan sólo por detras ella.

– Corre niña corre!!!-

Los perseguidores calleron sobre él, y aunque Alanis se enfrentó con valentía a ellos, pero pronto se hizo patente su inferioridad, los golpes le llovían desde todas partes, hasta que perdío el equilibrio cayendo a los pies de sus atacantes, que aun arreciaron más en sus golpes. Saiara al darse cuenta de la situación de Alanis detuvo su carrera, por un momento dudó si volver o salir corriendo, pero la valentía no carente de angustia, se hizo dueña de ella casi de inmediato haciendola volver sobre sus pasos.
Alanis yacía en el suelo encogido, tratando de protegerse pero es inútil ya nada podía hacer.

-Ehhh vosotros!!!,-les grito Saiara. – dejadlo en paz!!!- Alcanzo a gritar Saiara.

– No niña- Dijo Alanis en murmullo sin fuerzas- marchate por favor…-

Los tres sicarios detuvieron su maltrato sobre Alanis mirandola y se miraron entre ellos, algo de ella los había sorprendio y los estaba haciendo dudar.
Saiara en ese momento irradiaba un resplandor de luz clara que había iluminado todo el claro, pero ella ni se daba cuenta, ella solo quería que Alanis estuviera bien y que aquellos tres m
desgraciados dejaran de golpearlo, y su deseo creció hasta hacerse irrefenable.
Uno de ellos intento abalanzarse hacía ella, pero ya era en vano.
La luz de Saiara creció hasta inundarlo todo y hacerse cegadora y los atacantes cayeron de rodillas gritando y tapándose los ojos.
De poco les sirvió.
Al remitir la luz no eran mas que tres meras estatuas acartonadas con caras de terror intenso.
Saiara se acercó hasta Alanis con miedo de encontrarlo igual que a los otros tres, pero no fue asi, lo encontró encogido, hecho un ovillo y lleno de magulladuras, con los ojos cerrados y respirando con mucha fatiga.
– Alanis…-balbucio la joven- Alanis, estas bien?.
– Si, creo..dolorido y no puedo ver nada, esa luz…, ¿que ha sido?, ¿has sido tu?, y ellos, donde están, que ha pasado?-

De verlo asi, con tantas heridas y magullado no pudo contener algunas lágrimas que escaparon por sus ojos mejillas abajo.
– ¿Te ayudo a levantarte? ¿puedes?-.Le preguntó con ternura y preocupación.

-Si por favor, ayudame, creo que tengo algún hueso roto, …alguna costilla, me cuesta respirar, pero, no me has respondido, que ha pasado?.-
– Pues no lo se exactamente, aquí nunca comprendo lo que pasa, sólo sé que al darme cuenta que te habian alcanzado me di la vuelta para ayudarte, y bueno, de mi cuerpo empezó a emanar una luz blanquinosa, y yo…yo deseé tanto que déjaran de lastimarte y en ese momento uno de ellos se lanzo hacia mi, y la luz…esa luz lo inundo todo y ellos gritaron, pero yo tampoco los veía ya, y me sentí muy fuerte, cuando la luz pasó, ellos… son como estatuas secas, pero no se como ha pasado nada y tuve mucho miedo de que tú tambien te hubieras convertido en una estatua, menos mal que no ha sido asi…-
-Niña, esto es parte de lo que tu eres, pero el anciano sabrá decirte mejor que yo, si conseguimos llegar, esto no habrá pasado desapercibido, la criatura lo habrá sentido y ya estará de camino, la puerta esta muy cerca pero tenemos muy poco tiempo, y no veo nada, tendrás que ser mis ojos y ayudarme, venga vamos!!!-
Un aullido.
Un terrible aullido sacudió el silencio de la noche.
Su fiereza y su poder lo heló todo, la bestia se había percatado de lo ocurrido y ya estaba en marcha.
La bestia ansiaba encontrar a Saiara cuanto antes, no podía permitir que recordara, ya lo venció una vez, la única que pudo conseguirlo y sólo
la compasión de la naturaleza en ella le permitió continuar vivo, él no tendría esa compasión, él la devoraría y absorvería toda su fuerza y ya nada podría deternerlo, pero no debía dejar que recordara, aunque para ello tuviera que arrasar el universo entero.
– ¡¡¡Vamos niña!!!, ya viene corrreeee!!,
muy cerca hay un árbol que se dobla en dos, sus ramas caen de nuevo al suelo y se hunden en él, su tronco es muy grueso, en él esta la puerta, tenemos que entrar antes de que llegue aqui o todo se terminara, dame la mano y corre, si yo caigo no te preocupes, tu corre hasta el arbol, y muestra esta cajita ante él y abrela, la puerta se mostrara, cruzala sin dudar y estarás a salvo.- le dijo mientras le entregaba una de las maravillosas cajitas.
-¡¡¡Jamas!!! o cruzamos los dos o ningúno, a ese bicho lo he llevado mucho tiempo dentro de mi, no me da tanto miedo…- mintió la joven.
Agarrado de la joven se encaminaron hacía el bosque lo mas aprisa posible, dejando a los tres infelices convertidos en estatuas de carton mientras la bestia aullaba cada vez mas cerca.
-Lo ves ya niña??- pregunto Alanis,- no puede estar ya muy lejos- .
– Son todos muy retorcidos,pero si…alli un poco mas adelante creo que lo veo-.
La cara de Alanis se iluminó a pesar de sus golpes.
– ¡Genial niña!!!.
Un frío repentino empezó a helar todo alrededor de ellos, y un olor nauseabundo se adueñó del ambiente. El aullido atronó a sus espaldas, esta vez era más un grúñido de satisfacción que un aullido, la sucia criatura estaba ya casi encima de ellos y los olía.
Ellos entretanto estaban ya frente a la puerta, Saiara se apresuro a abrir la cajita muerta de miedo, temiéndose lo peor, las luces empezaron a flotar en el aire conformando una danza con la que Saiara ya estaba comenzando a familiarizarse, y ahi estaba la puerta, no hubo tiempo de fijarse en ella, un calor enorme se precipitaba hacia ellos.
– ¡ Vamos!- gritó angustiado Alanis- vamos niña!!!-
A la vez que entraban y la puerta se cerraba una gran llamarada llegaba hasta ellos lamiendo sus espaldas.
El bosque entero, lo poco que ya de él quedaba se consumía en un fuego infernal y la bestia frente a donde instantes antes se había cerrado la puerta aullaba de rabia, deseando consumirlo todo, había estado tan cerca…podía haberla devorado alli mismo y ya nadie hubiera podido frenarlo.Un solo instante mas y la chiquilla hubiera sido suya.

Fran Rubio Varela.

En su sombra me dormi..

En el regazo de su sombra me dormi,
tan fresca su apacible oscuridad.

Cerré los ojos y respiré su perfume
a suelo mojado y estepa enraizada.

El musgo de su piel acunaba la mía
queriendo ser uno no mas,
y en su susurro eterno yo volaba
sin alas, sin cuerpo, sin polvo nacido.
Y fui feliz.

Porque allí donde sus hojas bailan,
fui eterno como su memoria del mundo,
fui ambrosia de dioses.

Y recordé…

Al espíritu que nace,
a la sombra de la oscuridad
de aquella luz que era horizonte,
y mi alma tembló liberada
de la quejumbre de aquellos huesos rotos,
mi voz atrono en la música de un bendito silencio,
que fue palabra y tinta,
que fue emoción y conciencia.

Y recordé…

Con mi memoria renacida,
aquellas alas de luz,
brillantes en la amante oscuridad
que acaricia toda claridad.

Que rebosan la felicidad
de un padre y un hijo,
de un alma y un destino.

Y recordé…

No fue lúgubre mi destino,
ni perdido en la ponzoña
de aquella fenecida realidad.

Pues fue incesante camino
de lagrimas maltrechas
y alegrías de niño perdido,
hasta el despertar de este ser
sin cuerpo, sin polvo,
ya sin huesos rotos,
de su nada vencido,
de su nada nacido,
para serlo todo
bajo la sombra de su regazo…

Fran Rubio Varela.©. Julio 2018.

Lo ajeno del olvido…

Y llega la hoja que cae y me susurra
lo ajeno de un olvido.

Ella era verde y brillaba ante los rayos del sol que la acariciaban,
y era tambien vanidosa allá en su altura,
y se creyo sabia,
porque a su vista había un horizonte amplio,
incluso gozó de la luna en las suaves noches de su verano,
se dejaba mimar por el aire de la mañana
y por la brisa del ocaso.

Las estrellas la hacían soñar mientras se mecía en la inconsistencia de su existencia.

Jamás miraba hacia abajo, ni se percataba de nada que no fuera su verde fragancia.

No escuchaba al ave que bajo su sombra se guardaba,
ni a la hormiga afanosa que hasta ella subía…

No quería la cancion del grillo,
que tan poca cosa le parecía,
ni la chicharra dicharachera,
que esculpía su murmullo.

Ella solo se guardaba de ser bella en las alturas, verde y bonita no mas.

Jamás quiso comprender al arrugado tronco,
ni a la fatigada rama;
que podrían saber ellos si no veían mas allá de su sombra…?

Pero un día el viento no quiso ser calido
y la brisa la maltrato silbando violenta,
y el sol se alejó rayando cada alba,
y la luna fue oculta entre las nubes,
y en la mañana el rocío fue gelido.

Y ella no comprendia la inconsistencia de su alma,
pues al grillo había despreciado,
y de la chicharra su murmullo olvidado,
la hormiga no volvió a subir
y el ave pasaba elevada,
sin descansar bajo su sombra.

Y su verde fue muriendo.

Y su fragancia envejeciendo.

Y su tallo cada vez mas quebrado,
apenas si la sostenía.

Y fue un día sin horizonte y una noche sin luna,
que durmiendo calló de las alturas
hasta ese suelo tan abajo,
ese que nunca quiso ver.
Y alli dejo su dulce inconsistencia,
siendo alimento para la oruga,
savia para el tronco
y fortaleza para la rama…

Fran Rubio Varela.©. Agosto 2018.

Imagen sacada de la red.

Infinita…

Cerraba los ojos y las aventuras acudian a él.

Un príncipe disfrazado de harapiento mendigo
de las estrellas. Su tosco aspecto escondía lo qué en su interior estaba…y sus enemigos que ansiaban la destrucción y el envilecimiento de su corazón, lo buscaban con saña en cada sueño tratando de alcanzarlo con su rayo mortal para marchitar y perder su alma sagrada. Pero él empuñaba las espadas sagradas del amor y el perdón y con ellas no importaba que oscuro enemigo lo acometiera.

Del improbo mendigo nacía la luz eterna que envolvía cualquier oscuridad estallando en una voragine de amor luminoso capaz de vencer cualquier enemigo…
Él no sabía porque si ni porque no, su memoria arrebatada solo le mostraba destellos de su humilde grandeza, esa que a veces se convertían en lágrimas para curar las heridas del alma universal.
Ansiaba regresar a su palacio de cristal, a los pies de su amado arbol blanco donde solo la paz alcanzaba para ser eterno, ansiaba con vehemencia su vuelo sagrado.
Pero de alguna manera él lo había elegido.

Ser un buhonero del corazón,con sus invisibles espadas armado y una sonrisa cómplice de aquéllo que aún sin recordar nacía en él ante cada sombra enviada para doblegar su propio ser.
Y mientras caminaba con su ropa harapienta
en él camino encontraba la deshazon de unos hombres y mujeres temerosos de ser, temerosos de las sombras que encadenaban. Y el sólo podía sonreir tratando de sofocar aquellas heridas y recordando a su padre que todo lo amaba, que todo lo perdonaba , llorando sus lágrimas y plantando semillas que embelleciera aquel camino de tantos…
que a cada sombra la convirtiera en la luz de un amanecer..
El lo había elegido…caminar entre sombras mostrando su más infinita pequeñez…

El sabor de una lágrima..

Y no es que ya no supiera lllorar,
pero ya sabía lo que cada lágrima dolía,
y no es que ya no quisiera hacerlo,
es que ya sabía que lo que se lloraba
jamás volvía a ser igual .

Y aún recordaba el escozor de su sal
en cada grieta de su alma,
y el plomo pegado a su sombra,
el polvo de cada emoción
que su mirada cegaba.

Y no recordaba su última lágrima,
tantas y tantas resbalaron
sobre la piel de sus mejillas,
no hallaron ríos ni mares
sólo un cuenco vacío.

Y ese aire que las secaba
siempre para levar anclas,
con pinturas de horizonte
y sombras de madrugada
calladas barras de cristal sembradas,
risas embriagadas y miradas pérdidas.

Y las mañanas de pasos huecos,
gatos negros y pianos escondidos,
al final de una calle que vive y que muere,
ves llegando la puerta
y la llave triste anda en el bolsillo.

Y el buzón solitario, herido de soledad,
espera la caricia del cartero
con un sobre de blanco papel,
pero bien sabe aquella su última lágrima,
que ya no queda tinta ni pluma, ni poeta siquiera,
sólo una cama vacía que lame a oscuras del sol…
Fran Rubio Varela.©. Junio 2018.

Esencias perfectas


Cual dos gotas de rocío que a simple vista se ven claras y sencillas, humildes y calladas, sonrientes y cautivas.  Van apegadas a la roca de la vida, resbalando despacio y temerosas, intentando sujetarse a su base tan conocida, aquella que les da la seguridad que su corazón anhela.
Siendo distintas se ven tan semejantes. 

Solo el ojo experto o el alma avanzada reconocerá aquellas leves pero importantes diferencias que las vuelven únicas y singulares.

Una lleva la fuerza del sabio y poderoso lobo que abraza cálido y protector en los momentos precisos,  en los instantes necesarios, callado pero inundando conocimiento en medio de sueños que no son sueños.

La otra, precisa la seguridad y valentía del cuervo para poder sentir que el miedo, que tan aferrada a ella se atrinchera, será vencido con una mirada, con un sutil aleteo, con el silencio.

Pequeñas e inusualmente sensibles gotas de rocío, no conocen su fuerza y valor, no se percatan cuán importantes son a la vida, no presienten que un buen día se elevaran al cielo translúcidas y ligeras. 

Se unirán, convertidas en partículas de vapor, a hermosas y gigantezcas nubes y un día retornarán al eterno e interminable océano de vida.

Dejando a un lado su aparente simpleza, apartando sus límites, se fundirán al infinito.
(Azucena)

Imagen:  Maria Rubio Varela