El corage quemaba su pecho y escondía su vanidad, en él escudaba su maldad y rumiaba su calamidad, cegado por el dolor de no haber conocido nada mas que aquella maldad extrema, su alma cargada de herrumbre y esclavo de su propia oscuridad, había respirado su primer aire en aquella cueva negra, en aquel mundo helado, donde ni los ángeles eran conocidos. Sólo demonios como él habitaban allí, de ojos cargados de ira, de brutalidad y de nombres inmencionables, él entonces sólo uno más era. En aquel entonces aún era sólo piel, era carne, era huesos y cicatrices, y nada más. El odio de su sola existencia lo hacía fuerte, muy fuerte. Comió la carne de sus enemigos y bebió tambien su sangre, arrasó todo a su paso y encumbró en su cólera el dominio de todas y cada una de las cuevas de su mundo, todos aquellos demonios le rindieron pleitesía jurando su vasallaje…
Su poder duró largo tiempo y sus sombras crecieron, tanto como la cueva donde se alzaba su trono, hecho de huesos y jirones de piel, aprendio la magia de la palabra y su poder, pero tambien las ennegrecio y a su amparo supo de los elementales y trato de utizarlos a su antojo emponzoñando y malogrado su belleza, haciendo creaciones semejantes a si mismo y utilizandolos para hacer crecer su propio ego carente de toda humildad. Pero cómo todo ser de piel, huesos y carne, su ocaso le alcanzo. Él había retrasado ese momento largo tiempo, mucho mas que cualquier mortal, pero ello no era gratuito y aún sintiéndose poderoso dentro de su magia, su cuerpo se habia convertido en un desecho quejumbroso, lleno de pustulas y decrépito.
Y desesperaba…
Sabía que era cuestión de tiempo que alguno de sus mezquinos vasallos encontrase la forma de usurpar su trono y su estatu.
No estaba dispuesto a permitírselo a nadie, y conocía el modo de perpetuarse.
Tendria que hacer los preparativos…y necesitaría muchas vidas atadas a sus almas para lograrlo.
Mando traer a todos los niños que aún fueran inocentes de sangre, sus huestes recorrieron todas y cada una de las cuevas de los clanes y todo aquél que se negaba a cooperar lo pagaba con su vida. Los llantos de las madres llegaban mas allá de la noche rasgando la oscuridad.
Tambien mandó crear un templo con una obertura sobre su centro que dejara paso a la luz del borroso cielo que los cobijaba, bajo el templo ordeno excavar una gran y extensa sima con las paredes, suelo y techo recubierto de gemas oscuras similares a diamantes negros, en donde no quedara resquicio alguno más alla de una estrecho agujero de medio metro de diametro que coincidía con exactitud milimetrica con la obertura superior mucho mas amplia, a modo de embudo invertido. Para tamaña empresa ocupó a esos mismos niños forzandolos hasta la extenuación. Durante meses fueron llegando los desdichados hasta su fortaleza en largas columnas, una vez alli eran seleccionados, los mas fuertes y sanos eran apartados y encerrados tras unas empalizadas construidas a tal efecto y esos eran los afortunados, a ellos se les alimentaba y se les cuidaba de manera que no enfermaran ni se debilitaran, el resto eran llevados hasta la sima para su construcción, donde no se les daba ni respiro ni descanso, conformen perecían se les daba como alimento al resto y aquellos que ni para ello servían, eran arrojados por un enorme acantilado donde las alimañas terminaban limpiando sus huesos, dejando un dantensco y desolado paisaje de muerte, crueldad sin limites.
Finalmente la faraónica obra estuvo terminada para satisfaccion de su condenado espíritu, ahora tan sólo restaba liberar su alma de las ataduras físicas que tanto lo mortificaban. Miles de niños fueron sacrificados y otros tantos se acinaban esperando el desenlace de tamañas maniobras.
A nadie se le escapaba ya por aquel entonces que seria un fatídico final….
Y mientras, el pueblo se iba soliviantando a pesar de de su férreo control y mano dura.
Una hueste levantada contra él se había reunido y crecía, alimentada por la consecuencia de su crueldad, ya habian conseguido derrotar al ejercito del rey en dos enfrentamienros y se acercaban a su fortaleza , el terror instaurado alimentaba su ira y hasta parte de su ejercito había abandonado sus filas para engrosar la rebelión, pero ya era tarde, todo estaba ya preparado para convertirse en el ser que anhelaba ser.
Todo se había precipitado y frente a los muros una encarnizada batalla estaba teniendo lugar, los moradores de la fortaleza a duras penas conseguían frenar a los atacantes, ríos de sangre empapaban la yerma tierra, el chocar de los aceros y los gritos de rabia, dolor y agonia llenaban todo el valle, mientras la noche lo acariciaba. El rey habia mandado llevar a todos los niños hasta la sima de los diamantes, dentro de ella habia hecho llenar una mezcla de petróleo y aceite de linaza que alcanzaba hasta las rodillas de las pobres criaturas alli encerradas y el se habia colocado completamente desnudo sobre la plataforma, en el vértice del embudo que servia de salida hacia el exterior. La sala estaba sellada por unas infranqueables puertas cerradas desde el interior del templo y sólo su más acérrima guardia permanecía dentro custodiandolas.
Con los brazos extendidos y la mirada perdida puesta en la abertura, comenzó a recitar una serie de palabras en un idioma ininteligible para cualquier otro, conforme las palabras iban deslizandose de él y resonando en la boveda, iba entrando en un profundo trance, hasta tal punto que su cuerpo comenzo a levitar sobre el vacio bajo el cual estaban aquellos niños cuya unica culpa era estar libres de sangre.
Las puertas empezaron a crujir ante la embestida de los arietes, el ejercito del tirano había sido vencido y ahora trataban de acceder al templo para liberar a los niños…pero era en vano las puertas habían sido ideadas precisamente para eso, para aguantar herméticamente cerradas no importaba que fuera lo que las golpease. Las palabras se mezclaban con el estruendo de los arietes, los soldados se miraban entre ellos ya con la serenidad al limite mientras mantenían las manos sobre las empuñaduras de sus espadas. En un momento dado una potente energuia enllamarada se encendio alrededor del viejo Tirano, envolviendolo por completo, su guardia ya completamente aterrorizada temblaba, la flamigera llama crecía cada vez mas mientras las extrañas palabras crecían en intensidad a la par y justo en el momento en que todo parecía que iba a estallar todo, la llama se deslizó al interior de la sima donde aguardaban los niños, incendiado la mezcla.
El fuego se multiplicó de inmediato abrasando a todos aquellos inocentes.
Gritaban …
Corrían…
Sangraban…
Se retorcían…
Mientras sus pieles y sus carnes caían a trozos, un infierno de fuego los consumia, y finalmente.
Murieron…
Con sus ultimas expiraciones aquellos pobres y desgraciados cuerpos se desprendieron de sus almas, pero ellas no podían traspasar aquellas paredes, los negros diamantes y su magnetismo se lo impedían y desesperadas buscaban la forma de sali, todas terminaron agolpandose en el ojo del embudo tratando de liberarse de esa prisión y alli las esperaba él viejo, ya henchido de poder y rodeado de ese fuego destructor.
Las almas, todas ellas fueron absorbidas por él y con ellas su horror y su energia, y finalmente tambien su propio cuerpo se redujo a cenizas, la gran bola de fuego creció y lleno todo el templo arrancando tambien la vida de los que hasta ese momento habían sido fieles soldados.
Una vez absorbida toda vida existente en el templo la llama implosióno regresando a su origen. Del tirano no quedaba ni rastro, su lugar lo ocupaba una gran bestia negra y oscura como la noche, sus ojos refugian encendidos en odio y maldad , su sangre tan viscosa y negra como la linaza y el petróleo que había utilizado en la masacre, su cuerpo despedía hedor a quemado y todo lo que era tocado por él se convertia al instante en ceniza, su cuerpo similar a un oso enorme y deformado, con cabeza de lobo con unas fauces descomunales, de su dentadura caía una baba ácida que era capaz de deshacer cualquier materia y lo remataban unas enormes y sucias garras con las que facilmente hubiera podido partir en dos a un caballo, su aliento era como un lanzallamas que escupia ese mismo fuego que todo lo consumía y era capaz de atrapar el alma de cualquier mortal dentro de él…Tal era la bestia en la que se habia convertido, la bestia que siempre habia sido…la bestia que queria ser…
Y tenia hambre, sentía un apetito atroz, necesitaba quemar carne, beber sangre atrapar almas …tenia hambre y tras las puertas los arietes seguían golpeando…tenia hambre!!!
Finalmente los portones cedieron ante el empuje de los consistentes arietes quebrándose y haciéndose añicos entre cientos de astillas.
Los rebeldes irrumpieron en el templo con furia y hambre de venganza queriendo al tirano bajo sus pies, pero no iba a ser eso lo que ocurriría, ante ellos ser erguía un ser como jamas habían visto por un momento todos los gritos enmudecieron deteniendo el tiempo…
La bestia hambrienta los observo con sus ojos encendidos.
Mas comida que devorar, un guerrero armado con una larga lanza y sobreponiéndose a su primera sorpresa avanzo un paso mas disponiendose a lanzar su afilada arma, pero solo eso pudo hacer y no mas, con un aullido la fiera abrio sus fauces y de ellas salió una llamarada que de nuevo desencadenó otro infierno consumiendo toda criatura a su alcance, mientras iba comiendo los cuerpos carbonizados a dentelladas y con cada cuerpo se apropiaba de una nueva alma que irremediablemente estaba condenada a sevirle sin remision.
Y el horror como nunca antes había sido visto se desató y aquella bestia lejos de saciarse cada vez estaba mas sedienta y hambrienta, recorrio los paramos y parajes de aquel mundo desolando todo y dejando todo cubierto de cenizas hasta soló quedar ella y su propia desolació7
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